Domingo. Aprovechando los feriados de carnaval, alquilo por dos días un departamento en Pilar. Manejo por la ruta 9, después por la 8 y llego en media hora. El complejo de departamentos es una manzana con cuatro edificios y en el centro hay un gran jardín con el pasto cuidado y una pileta con sombrillas y reposeras. En la puerta, un hombre me da la llave. Dejo mis cosas, duermo apenas la siesta y bajo a la pileta. Hay mujeres gordas hablando de comida, hombres muy bronceados. Hablan en voz baja. El agua refleja el cielo. Nado. Me gusta el silencio y el sol. Un hombre joven lee El jugador de Dostoievski en la edición de Eterna Cadencia. Yo leo a Holmberg. Media hora después aparece una chica muy joven, se acomoda en una reposera y sin sacarse los anteojos oscuros empieza a tomar sol mientras lee High Hitler, una historia de las drogas en el Tercer Reich. Me acerco y le preguntó cómo está el libro. “Nada que no sepamos” me responde.

Lunes. Me levanto tarde. Voy al supermercado que está a una cuadra del complejo de edificios. Hay muchas góndolas cargadas con infinidad de productos. Elijo mal, con ansiedad. Paso por la mesa de libros. ¿Qué son esos libros? ¿Quién los compra? ¿Quién los lee? ¿Por qué?

Lunes, más tarde. Frank Castle, de The punisher, podría ser la continuación del Travis de Taxi Driver. Ambos son infantes de marina. Incluso Jon Bernthal podría ser la actualización de Robert De Niro. Me cuesta terminar el libro de Amícola, el sociólogo cabezadura que pretende un Arlt anti-fascista, pase lo que pase. Hay un momento del libro donde entiendo que le hace a Arlt una especie de psicoanálisis a la distancia. ¿Qué necesidad hay de eso?

Martes. Vuelvo a la ciudad de la misma forma en que me fui, rápido y bien. Por Facebook, Luis me señala una viñeta japonesa donde un perro incendia por accidente uno de los últimos manuscritos de Carlyle. Un perro golpea una mesa, una lámpara caen, el papel se prende fuego, Carlyle grita, desesperado. El dibujo pertenece a “una serie que representa a famosos inventores y estudiosos occidentales en momentos de crisis.” La cita tuvo que ver con una charla con Guerberof sobre Sarmiento y la ciencia ficción. Y eso salió de las clases que preparamos con Robles sobre ciencia ficción argentina. Leo que Carlyle murió en 1881 y que sus últimas palabras fueron "¡Así que esto es la muerte! ¡Bueno!"

Miércoles. Soñé que entraba a la peluquería del barrio de mi adolescencia pero en el sueño estaba en la calle Puán, enfrente de la Facultad de Filosofía y Letras. Cuando entraba, el peluquero estaba leyendo un ejemplar de las serie Dungeons & Dragons que yo leía cuando tenía trece años. Después cruzaba la calle y entraba a la facultad y alguien me preguntaba qué estaba leyendo y yo no sabía qué responder. Me desperté y pensé “Holmberg” porque estoy leyendo a Holmberg. El sueño era más complejo, incluida a Spinoza y algunas respuestas más a la pregunta “¿qué estás leyendo?”, pero no lo recuerdo con precisión.

Jueves. Amícola cita un artículo de Leopoldo Lugones titulado “La encrucijada” y publicado en 1927. La cita podría ser tranquilamente del gobierno actual y su intento de reforma laboral. Lugones dice: “Hay que proceder sin demora a la transformación industrial del país, pero esto no puede hacerse mientras la legislación obrerista nos mantenga en condiciones de insostenible competencia con los rivales vecinos y lejanos. Hay que rebajar el costo insensato de la vida.” Lo irónico es que veinte años después vino Perón, industrializó el país haciendo crecer la legislación obrera. Terminó el libro de Amicola. Me costó. Sus ideas, acartonadas, escolásticas en el peor sentido de la palabra, me resultaron demasiado insensibles a la complejidades y ambigüedades no ya de Arlt, sino de los géneros literarios. La sociología quizás también sea solo un estilo.

Viernes. Leo en Twitter: “Philip K Dick, if you are listening, please stop writing this novel and let us all die.”