Lunes. La onerosa actividad de leer solo es compatible consigo misma. Nada es compatible con la actividad de leer. No lo es escribir, mirar, escuchar, ni mucho menos trabajar, ni dibujar, ni filmar, ni nadar, o correr, o caminar. Leer es un absoluto. Quizás esperar... En la espera uno lee. Y en la angustia siempre hay espera. Aunque lo contrario puede tener excepciones. No siempre la espera genera angustia, sobre todo si uno aprovecha ese tiempo para leer, por ejemplo, en un viaje en tren o en una sala de espera.
Martes. Un titular: “Arrestaron a un cirujano mientras se operaba a sí mismo para alargar su pene” La nota: “El cirujano acusado por la muerte de una mujer a la que operó para colocarle un implante de glúteos fue detenido hoy en la misma clínica clandestina de la capital mendocina, en la que fue sorprendido por la policía mientras se operaba a sí mismo para alargar su pene. (...) El mismo cirujano había sido investigado en 2013 por otro caso de mala praxis en el que un empresario falleció luego de una cirugía estética debido a la anestesia.” Mariano me dice que tenía una asistente rumana y agrega “¿qué podía fallar?” Más tarde, escucho un discurso de Perón del jueves 13 de diciembre de 1973, o sea hace exactamente cuarenta y tres años. Habla de la inflación, de la industrialización y del estatuto del trabajador rural. “Para hacer un guiso de liebre, lo primero que hay que tener es la liebre” dice en un momento. La frase la cita Arlt en su aguafuerte del nacimiento de la SADE y se la atribuye a Rocambole. Rocambole, Artl, Perón.
Miércoles. Jack Torrance no puede escribir. Por eso se vuelve loco. Esa es la historia de El resplandor. El fracaso trágico del aislamiento como favorecedor o condición propiciadora de la escritura. El aspirante a escritor dice: “Cuando tenga tiempo y me vaya a un lugar donde nadie me interrumpa voy a poder escribir lo que quiero escribir, mi obra maestra.” Y no funciona así. Son las pretensiones frustradas, los equívocos del escritor fracasado y superyóico los que transforman la cabaña alejada del pueblo en la casa embrujada. Nunca hay que subestimar nunca el poder de la frustración.
Jueves. “La salud del alma coincide con la legibilidad del libro (que es también, en el medievo, el libro del mundo); el pecado, con la imposibilidad de leer, con que el mundo se vuelva ilegible” dice Agamben comentando a San Nilo. Es la mejor parte de un ensayo suyo que leí en la web. Después sigue hablando de la lectura pero no logra mucho. Dailymail títula: “Saddam Hussein is said to have been 'busy writing novels' in his regime's final years, and paid no attention to his military or how his followers ran Iraq.” Los jóvenes ya me miran con respeto, distancia y ojos asesinos. Conozco bien la sensación. Yo miré así hace algunos años. Como en una versión abusiva del poema de Emerson, ¿no soy alternativamente Saddam y los que cuelgan a Saddam? Soy el novelista frustrado y autista y el miliciano justiciero. Soy el poder y el contrapoder. ¿Por qué? Porque dentro de unos días cumplo cuarenta y uno, definitivamente la edad indefinida pero potente que llamamos adultez.
Don Juan: ¿Y aquel entierro que pasa?
Estatua: Es el tuyo.
Don Juan: ¡Muerto yo!
Estatua: El capitán te mató
a la puerta de tu casa.
El capitán puede ser el Vietcong, Donald Trump o el CONICET. Don Juan Tenorio se lamentaría igual. Don Juan se fuga hacia el futuro. ¿Es el gran ingenuo? Zorilla sabía mucho. Vuelvo a escuchar a Haydn, las sonatas para piano. No escribo nada. Leticia me pasó el martes Santiago, el segundo libro de cuentos de María Lobo, publicado por Mulita, una editorial del Chaco.
Viernes. Escribir es aprender a lidiar con la ansiedad. Hacerla productiva, hacerla rendir. Pero hay veces en que simplemente no se puede y hay que tener paciencia. El resplandor también es una novela realista sobre la paternidad, la maternidad y el alcoholismo. Como siempre con King: la novela realista adentro de la casa embrujada. Igual mejor no escribir, nada, nunca.