Sábado. Murió Yves Bonnefoy. Una vez lo escuché hablando sobre Baudelaire en la biblioteca nacional de París. Me acuerdo de su pelo blanco, de su sueter. "Un viejo poeta europeo" pienso ahora. En ese momento yo era muy joven. No recuerdo nada de lo que dijo pero sí que leía Les Fleurs Du Mal de una edición en rústica, muy trajinada. Un poco de nuestro imaginario de la década del 50 se va con él.

Domingo. Adam Krieger nació en Prusia a principios de 1634. Fue alumno de los maestros Scheidt y Schütz y ocupó un cargo como organista de la corte de Saxe. Murió, muy joven, en Dresde el 30 de junio de 1666. (El jueves pasado, 30 de junio, fue un día de invierno completo, pero allá había empezado el verano.) Adam Krieger escribió canciones sacras. Su nombre de resonancias bíblicas y bélicas ya tiene música. Hoy es interpretado poco y por especialistas, sin embargo, también se lo considera uno de los fundadores del barroco alemán. El tiempo y la duración son esenciales a la existencia de la música. Y el tiempo garantiza el olvido tanto como la duración implica un momento de reposo, un corte. En períodos largos, que no pueden ser captados por la conciencia de los hombres, todo es tinieblas. Hoy aquí, contradiciendo esa verdad, recordamos a Krieger con la efímera pero generosa luz de YouTube. Si la música está en nuestros corazones, ya vencimos al miedo, a las dudas, al silencio y al frío.

Lunes. Odio sistemático contra el mundo. Y no porque sea lunes.

Martes. Leo que en el siglo XVIII eran comunes los robos de pelucas en la calle. El XVIII fue el siglo del pelo. Y las pelucas eran caras, prestigiantes y codiciadas. En las grandes capitales de una Europa que se urbanizaban a buen ritmo parece que funcionaba el "asalto del carnicero." No resulta tan difícil de imaginar. Un niño era transportado sobre una bandeja de carnicero por un hombre alto. Cuando la víctima se identificaba, el carnicero se acercaba y el niño agarraba la peluca con una mano. En un instante el dueño quedaba calva al aire, desconcertado, y un tercer cómplice le impedía correr atrás de los ladrones con el pretexto de asistirlo. Así lo cuenta William Andrews en At the sign of the barbers' pole, un libro de 1904. Lo que más me angustia de la descripción es la idea del niño como carne y su cercanía con el pelo artificial.

Martes, más tarde. A la lengua no le importan ni tus compulsas ni tu nombre.

Miércoles. Un poco más de ese Haydn que esconde la humedad romántica que vendrá en sus sonatas de piano. Escucho la famosa sonata 33, pero también la 59, la 60 y la 62. El artefacto clasicista, adusto y elegante, pero contando historias astutas y hasta pícaras. Qué lejos estamos del mármol frío y qué cerca de los chismes de salón y el amor correspondido de madrugada.

Jueves. Al parecer la anécdota está en un libro de Primo Levi, Si esto es un hombre. Intento descargar el libro de la web sin éxito. Estuvo disponible en varios lugares pero fue dado de baja. La breve historia dice así: “Un prisionero a punto de morir de sed, después del largo viaje en tren que le condujo al campo de exterminio de Auschwitz, trata de arrancar un carámbano de hielo que tenía al alcance de la mano y un guardián se lo arrebata brutalmente.
“Warum?” (“¿Por qué?”), pregunta el prisionero.
“Hier ist kein warum” (“Aquí no hay ningún porqué”) responde el guardián.”
El texto que acompaña el fragmento aclara: “El punto de partida de un proyecto que busca la aniquilación del sujeto consiste en abolir las preguntas.” Desde luego es una interpretación posible pero que reduce mucho la frase y su retruécano. ¿Las redes sociales como la supresión del sujeto? Me parece mucho, exagerado decir eso, y sin embargo "hier ist kein warum."

Más tarde. Al idiota de Bartleby y su respuesta famosa me gustaría oponerle la desazón y la violencia del “hier ist kein warum.” Guerber me señaló que “Bartleby fue el primer uruguayo protagonista de un relato norteamericano.”

Viernes. En Twitter me dediqué a estigmatizar escritores que no me gustan. Kafka, por ejemplo, era un fóbico, votante de la Ucedé. Franz, tu padre no te quiere porque sos un judío llorón. Osvaldo Lamborghini era un enano resentido y cruel. Fernando Pessoa, un borracho progre y solitario. Silvina Ocampo, una tortillera inmadura y ociosa. Ernesto Sábato, un pelado masturbador y un arribista profesional. Alejandra Pizarnik, una lesbiana pretenciosa y depresiva que nunca tuvo un trabajo. Esteban Echeverría, un narcisista insoportable y un fóbico alterado. Calmate, Esteban. Alberdi, un eyaculador precoz, un timorato, un chupamedias. Felisberto Fernández, un comegordas inútil, retorcido y ratuno. Onetti, un viejo borracho y depresivo, papagayero que se amargaba cuando se ponía las pantuflas vomitadas para ir al baño. Proust... Bueno, no me hagan hablar de Proust. También puse que Sarmiento era un genio. No hay novedad ahí. Gonzalo Garcés me dice “Una vez aposté a que toda obra digna de ese nombre cabe en dos proposiciones unidas por un adversativo. Flaubert: "Intenté todo, pero nada sirvió." Kafka: "Algo está pasando, pero no sé qué es." Son ingeniosos.