Sábado. Trump volvió a ganar una elección y va a ser presidente de Estados Unidos otra vez. Eligió a Elon Musk como ministro, modernización, estado eficiente, algo así. Pero hace un tiempo, en Twitter, lo ninguneó diciendo que era el creador de “electric cars that don't drive long enough” “driverless cars that crash” y “rocketships to nowhere”. Los militantes y periodistas reflotaron esos dichos. Parecen títulos de libros de ciencia ficción. Un abanderado del sistema privado pide la escupidera del estado… pero eso ya no es noticia.
Lunes. Jim Jarmush lo dijo así: “Authenticity is invaluable; originality is nonexistent.” Y sí, no es posible ser original. El que dice ser original es porque ignora. (Ya estamos lejos de los orígenes y lo más nuevo del siglo XXI es Internet, una máquina que remueve y recombina el pasado.) Pero la falta de originalidad no es pecado. Para crear hay que ignorar, al menos un poco. Para creer y leer, también. El que narra intenta volver a contar las viejas historias de siempre. Ella y él se aman, pero no pueden estar juntos. ¿Por qué? Ahí está la historia. El guerrero quiere volver a casa con su familia, pero no puede. ¿Por qué? Ahí está la historia. Alguien habla de compartir el pan y por eso es perseguido. ¿Por qué? Ahí está la historia. Hay una guerra. Hay una familia. Hay un villano, cruel y astuto, que también tiene sus razones. Hay amigos, enemigos. La Iliada, la Odisea, los Evangelios… ¿Entonces? Se trata de actualizar, de sumar detalles, de complejizar lo previsible y volverlo sorprendente. Se trata de unir y separar. Pero las historias ya están escritas. Se trata de leerlas, encontrarlas, volver a mezclarlas, con una baraja que puede, esta vez, estar trucada, para que lo que contamos tenga, al menos hoy, una verdad que sea propia.
Martes. El indignado y el perplejo, figuras habituales del hombre idiota de las ciudades. Oh, sí, los políticos obran en su propio beneficio... Qué descubrimiento. Todos los discursos tienen fallas. Todas las ideologías, zonas oscuras. El que se para aparte y señala es el tonto o el ignorante.
Miércoles. La única cita que encontré del Normal 4 en toda la literatura argentina está en un cuento de David Viñas que se llama “Sábado de gloria en la capital (socialista) de América Latina.” Daniel Link lo enseñaba en su cátedra de Literatura del siglo XX. En la escena, la revolucionaria –liberada– le habla a su revolucionario. La cita dice: “Por favor, compañero, ya no vivimos en la época de la doctora Moreau de Justo, en que las mujeres que se decían revolucionarias eran una mezcla mal batida de directoras de Normal Cuatro, devotas del If de Rudyard Kipling o de los cuentos infantiles de Álvaro Yunque, activas militantes de Liga Antialcohólica y vegetarianas.” Quizás algo de todo eso haya vuelto hoy en día, sobre todo lo de “vegetarianas.” Lo demás se fue reemplazando por objetos similares. La cita me hizo acordar a Viñas, cuyas discusiones en la Facu, durante los 90, con Nicolás Rosa, eran muy divertidas. Parecían dos cómicos de Canal 11, tipo No toca botón. En el fondo se odiaban de una forma lenta y afilada y sentían que el otro los había vencido. Y esos sketches me recordaron que algunas décadas atrás, enseñé literatura en portugués en la Universidad de Buenos Aires. Si tuviera que dar una clase sobre eso hoy, daría la carta de Adriano, que es lo mejor que se escribió en Río después de la obra de Nelson Rodrigues. La carta empieza así: “¿Sabes lo que es ser una promesa? Yo lo sé. Incluso una promesa incumplida.”
Jueves. Compré Hombres entre juguetes de Homero Gugliemini, la edición original de 1933, editada por Anaconda. Fui al trabajo en bicicleta y cuando volvía, paré en el Parque Centenario. En el jardín del Museo de Ciencias Naturales hay un robot de triceratops horridus que se mueve. Lo filmé como un niño. Después también le saqué una foto a la Victoria alada de Eduardo Rubino con un cielo muy azul de fondo.