Martes. Hace años, fui a una recepción del agregado cultural de la embajada de USA, un gordo rosado con cara de pocas luces y ferretero wasp. Le faltaba el tractor, pero se ve que se ganaba la vida bastante bien con esas maneras. Me acuerdo que estaban Mariano Dorr y Pola. Patricio Zunini me dijo que había propuesto traer a Chuck Palahniuk al FILBA o alguna otra cosa así, y los de la embajada le habían dicho que no. Lo consideraba subversivo. Hace poco leí que un surcoreano de nombre Cho Jae-weon inventó un inodoro que convierte la popó en energía y le paga a la gente en moneda digital. Una persona defeca un aproximado de 500 gramos por día que son convertidos en cincuenta litros de gas metano que, a su vez, generan 0,5 kWh. Los usuarios de ese baño ganan en monedas de Google. Me parece una excelente metáfora de los tiempos que nos toca vivir.
Más tarde. Todos somos el pasado nostálgico de los que se aburren en el futuro.
Miércoles. Raymond Carver, con mucho talento, llevó la literatura contemporánea argentina por el camino del antiperonismo. ¿Cómo fue que nos dejamos llevar? La literatura argentina tiene ese mate amargo del gaucho y el tango, la maestra normal y Sarmiento. Y después ese mate lisérgico de los 60 a los 80. El mate dulce llega con el siglo XXI y lo ceba la CIA. Quizás el modelo político-religioso de Milei sea David Koresh. Como fuere, en su enérgica búsqueda de amor, Milei va a encontrar muy pronto el odio argentino, una institución fuerte, popular y sobre todo insobornable.
Más tarde. Revisando las novelas que hay en mi biblioteca encuentro que el género es mucho más homogéneo de lo que uno puede pensar. Leo las primeras líneas de varias –Graham Green, traducciones, novelas del siglo XX, algún bestsellers– y encuentro mucha afinidad formal. Qué difícil es el arte de la novela, que gastado está, que cansancio seguir al novelista en sus paneos, sus introducciones, sus detalles, sus descripciones. ¿O soy yo? ¿O soy yo el que está cansado, el que puede anticipar, el que no se deja sorprender, porque mis ojos ya están gastados y mi cuota de novelas leídas ya está vencida, superada, saturada? Es probable que en alguna parte esté escrito el número de novelas que vamos a leer en nuestra vida. Un número frío, preciso, que si lo conociéramos, nos sorprendería. Siempre nos imaginamos como un lector diferente al que somos. No mejor, no más audaz, no más preciso ni más memorioso, no digo eso. Pero sí es imposible vernos como el escritor que somos. Hay una necesaria distorsión. Siempre somos otro lector, porque nos desdoblamos en resignaciones y olvidos, en preferencias que no terminamos de entender, que nos superan al mismo tiempo que nos constituyen. Lo que leemos nos va ensuciando de a poco, con alegrías, emociones e indiferencias. Si está el número de novelas leídas en nuestra vida, en algún lado también está la lista de palabras que el destino nos tiene reservadas. Esa lista sí que sería monstruosa y a la vez irónicamente ilegible.
Jueves. ¿Qué le pedimos a la novela? ¿Qué le pedimos al género novela? Todo, le pedimos todo.
Viernes. Ayer compré en la librería del barrio por 500 pesos, La lujuria humana, un libro que tiene exactamente cien años. Estudio médico social sobre la vida de los invertidos. El autor es el doctor Luis M. de Aguirre. El libro no tiene desperdicio, empezando por el título. ¿La lujuria humana? ¿Hay algún otro tipo de lujuria? La publicación valía 20 centavos en 1924. “Los animales tienen necesidades; el hombre multiplicando y exagerando estas necesidades ha creado los vicios y se ha hecho esclavo de ellos. (...) la lujuria es como una inmunda levadura que fermenta en el corazón del hombre y que le impulsa a realizar las más brutales acciones, a ideas los más monstruosos atentados.” En la tapa hay una mujer desnuda de espaldas.