Lunes. Hoy empiezo unas vacaciones de un mes. No voy al Museo Rojas como estuve haciendo los lunes de este año. A las nueve de la mañana la temperatura en Flores era de un grado con una sensación térmica un poco más abajo. (El invierno del 2024 empezó en el otoño que no fue ni lluvioso ni húmedo, sino muy frío. Cada vez que entro al baño y parece una heladera me acuerdo de Robles diciendo que él prefiere el frío para escribir.) Rojas se entiende del todo, casi de forma definitiva, si se acepta que era masón. No hay pruebas contundentes para decir que lo fue. (Lo cual no quiere decir que no puedan ser halladas, sino más bien que nadie las buscó bien.) Indicios hay miles, empezando por su manera de leer y escribir. Esa filosofía, algo ingenua, derivada sin preocupaciones de un sentido común universal, poco ligada a los avances filosóficos de su época, cierta idolatría de los hombres y sus historias, cierto positivismo residual, cierta amabilidad con el mundo, la fascinación por el orden y los sistemas, los símbolos… En Librería de Ávila, compró el Silabario de la decoración Americana, al que leo como una especie de Almuerzo desnudo indoamericano. Eurindia vendría a ser una especie de Interzonas. (Lo compro porque en las jornadas escuché que ahí cita a Freud y habla de teosofía.)

Más tarde. El tema del kirchnerismo no fue nunca hacerle el juego a la derecha, sino a la izquierda. Me río solo de la afectación con la que pienso y escribo esa pequeña y deslucida idea. Parezco el padre Alfonso que aparece con un helicóptero en La terraza de Torre Nilson y les grita a los pibes con un megáfono: “¡No le hagan el juego a los bolches!” Excelente escena de una de las mejores películas del cine local.

Martes. Cuantas menos palabras uses, mejor.

Más tarde. Silabario del almuerzo desnudo americano.

Miércoles. Me acuerdo que nos vendían el siglo XXI como el siglo de la información. Pero la información quedo de lado y se transformó en el siglo de la opinión y la pornografía. Con todo, me parece bastante mejor que el siglo XX donde se mataba y se torturaba por nada. Leo el siguiente comentario en Facebook: “El récord mundial de viaje en motocicleta más largo pertenece al argentino Emilio Scotto, quien salió de casa el 17 de enero de 1985 y regresó el 2 de abril de 1995, habiendo cubierto un total de 735.000 km y visitado 214 países y territorios independientes. Emilio recorrió todo el viaje en una moto Honda 1980 GL1100, apodada la Princesa negra. Durante diez años Princesa consumió 47.000 litros de combustible, 1.300 litros de aceite, 86 neumáticos, 12 baterías y 9 asientos. Durante los 735.000 km, la moto solo necesitó un cambio de motor. Al regresar a casa, Emilio escribió The Longest Ride, en el que describió su increíble viaje en 224 páginas.” Me gustan los números de la noticia. Aunque falta el número de cuánto dinero gastó Emilio en su viaje. (¿Sería de maleducado preguntarlo?) Haciendo un cálculo rápido, si recorrió 735.000 y escribió luego 224 páginas, esto quiere decir que escribió una página cada 3281 kilómetros y 25 metros. Aunque el párrafo aclara que escribió recién cuando llegó a casa. Es obvio que no pudo escribir mientras manejaba, pero ¿cuando no manejaba? ¿Mientras descansaba? Haciendo otro cálculo, también se puede estimar que escribió un poco más de 22 páginas por año. Desde luego, si son buenas páginas, sólidas y atractivas, bien vale hacer ese viaje. The Longest Ride.

Jueves. Vuelvo a ver Crepúsculo. Me gusta más incluso que la primera vez que la vi. Descubro un secreto. Isabella, pálida y sensual, ya es un vampiro cuando llega. Si uno mira, sobre todo el principio, con esa idea, la película cambia. De hecho, queda claro que ella llega a disputarle el territorio a él y por eso lo seduce y doblega. El vampiro hembra un como la Mantis Religiosa. De hecho, ella lo mira todo el tiempo con hambre. Y Edward es el único que no tiene dueña en la familia Cullen e intenta huir, pero no puede.

Viernes. Hoy al mediodía, visita a la Biblioteca Nacional para almorzar con Roberto Arno. Antes de sentarnos a comer en Un café con Perón de la calle Austria lo acompaño a los subsuelos de la biblioteca. En la zona de máquinas, hablamos de los viejos equipos de calefacción; en la zona de libros, del fantasma de Evita. Saqué algunas fotos. Cuando Arno volvió al trabajo, recorrí una muestra de dibujos y dibujantes de la revista Humor. También hay originales y fragmentos de Sex Humor, El Péndulo y otras publicaciones de Editorial La Urraca. La muestra se llama Nada se pierde. Imposible al ver esas viñetas y esas tapas no evocar lecturas felices con un poco de nostalgia. En el folleto que acompaña la muestra hay un rinoceronte lisérgico con una serpiente firmado en 1982 y dibujado por Fortín.