Lunes. Vemos cinco películas de Jurassic Park con Carmelo. En orden, de la primera hasta la última, que él vio el año pasado en el cine. Me hizo acordar a que, para Halloween, se probó diferentes disfraces. En un momento le saqué una foto con una máscara de velociraptor que le regalé para una navidad pasada.
Martes. Leo y subrayo El puchero misterioso de Guillermo David. La lectura fluye. David escribe fragmentos. Breves intervenciones que van de una frase a un párrafo o dos. ¿Es el viejo y lucido género del aforismo? Sí, pero no pensado solo como una frase ingeniosa, sino como partes de un entramado que se robustece en el conjunto, que tiende a la anécdota. Hay una arquitectura general pensada. El libro es alegre y lúdico, y eso se agradece, aunque también, por momentos, la erudición irónica del autor que salta de un tema a otro sin solución de continuidad puede irritar. ¿Por qué no usar esa prosa simple y directa para avanzar sobre alguno de esos temas, construir capítulos, partes, un índice…? El subtítulo del libro es Plagios, simulacros, embustes y otros ademanes peronistas. Si el libro me gusta y me disgusta por igual es porque se parece mucho a lo que yo escribo acá. Pero la forma del diario es más regular, apuntalada por el tiempo y el ritmo de la existencia. ¿Cuánta arbitrariedad estamos dispuestos a disfrutar?
Más tarde. El presidente Milei dijo que “no se negocia el déficit cero. De ninguna manera. Estoy abrazado al mástil. Tengo a mi equipo tirándole tiros a las sirenas.” Me gusta esa iniciativa. Odiseo queda como un tímido sin recursos.
Miércoles. Un brasilero soñó que abajo de su casa había oro, hizo un pozo de cuarenta metros, se cayó adentro y murió. La historia trascendió ya hace algún tiempo pero la venía paladeando porque su moraleja es contundente. (Napo me la señaló porque me conoce.) El brasilero se llamaba João Pimenta da Silva, tenía setenta y un años y vivía en Minas Gerais. Al parecer João Pimenta resbaló. Hay que tener cuidado con lo que uno sueña. Sobre todo si se vive en Minas Gerais. La historia se podría reescribir con todo tipo de variaciones. “Un boliviano soñó que abajo de su casa había petróleo. Hizo un pozo de cuarenta metros, encontró agua y murió ahogado.” “Un australiano soñó que abajo de su casa había oro, hizo un pozo y murió picado por una serpiente.” Mi versión sería: “Un argentino soñó que abajo de su casa había una biblioteca, hizo un pozo de cuarenta metros, leyó un libro y murió.” El pozo era realmente profundo. Un edificio de diez pisos, para tener una idea, alcanza los treinta metros. En una nota se aclara que João Pimenta le pagaba a vecinos del barrio para que lo ayudaran en su obra y que llevaba más de un año trabajando cuando sucedió el accidente fatal. Las fotos son impactantes.
Más tarde. Un hombre tiene un sueño y la realización de ese sueño lo mata. Es más habitual de lo que parece. Pero quizás João Pimenta encontró lo que estaba buscando.
Jueves. Repaso Archipiélago de Ricardo Rojas para un proyecto secreto, tan secreto que ni yo, que soy el que lo piensa, sé de qué se trata. Después, leo y lleno formularios que es una de las muchas formas del oprobio letrado. Hay que pisar el cuervo. Ahora toquemos.