Jueves 28 de diciembre. Día de los inocentes. Cumplo cuarenta y ocho años. Ayer vimos Greyhound con Tom Hanks. Esta también ya la había visto y me volvió a parecer excelente. La proyectamos en la biblioteca. Tom serio, concentrado, entrando y saliendo del puesto de comando del buque... Buen clima, buen guión. Un cine clásico que siempre se impone. ¿Por qué? Porque necesitamos volver a contar esas historias. Después de las doce me cantaron el feliz cumpleaños. Hoy, una mañana casi sin viento, así que aproveché y salí a sacar fotos. Al mediodía, en el almuerzo, otra vez el feliz cumpleaños. El mayor Greca quiere que me hagan una torta. “No la voy a hacer yo porque no tengo idea cómo se hace” me dijo. Para mañana está agendado el vuelvo de vuelta. Los pilotos dicen que va a ser a la tarde. Hay optimismo. Pero no me quiero hacer la idea de una salida mañana porque la posibilidades de que se caiga el cruce son muchas. Veremos. Como fuere, sería muy lindo salir mañana y llegar a Rio Gallegos y el sábado 30 ya estar en casa.
El viento. Es inevitable que haga un poco de frío. Pero el viento va y viene y cuando se va, la situación cambia. Se vuelve más apacible, menos agreste. Uno puede pasar más tiempo afuera. Se puede filmar mejor. Las fotos salen menos exigidas. Con viento todo se complica. La sensación térmica baja enseguida. Es difícil caminar, concentrarse, hacer foco. Incluso un viento liviano enfría las manos y las orejas y la cara. Hay que cubrirse, usar guantes, es más difícil manejar la cámara. Sin viento, se podría imaginar edificios, más actividad, profesionales trabajando, militares en sus puestos, un pueblo, una ciudad antártica. Pero con viento, todas las especulaciones se van. Lo único que uno quiere es volver adentro porque la piel se seca y se siente un frío demasiado insistente, antiguo, íntimo, destructor.
Entrevisto a los cuatro pilotos de Bell. Cada uno en un lugar diferente. Uno me cuenta que antes de entrar en la Fuerza Aérea, trabajo para una casa velatoria. Otro, cuando termina la entrevista, saca un cortaplumas y desatornilla un cuadro de Olezza que hay en el corredor para que el avión no tenga problemas y pueda venir a buscarnos mañana. Es una cabala. Me entero que la Fuerza Aérea no le da la esperable prioridad a Marambio y que los antárticos dicen que es la hija no reconocida.
Viernes 29 de diciembre. Cuando nos avisan que el avión salió de Rio Gallegos, festejamos. Son las 11 de la mañana y luego el almuerzo es animado. A la una de la tarde no hay nubes en el cielo. Duermo una breve siesta. Después escucho al Hércules llegando. A las 14,30 voy a la biblioteca y saludo en la puerta de la base a los que llegan. A las 15,30 nos vamos con nuestros bolsos de mano a la terminal de carga del aeródromo. Son las últimas fotos. Nos despedimos. A las 17,30 subimos al avión que despega enseguida. En el ruido de la parte de carga hago un repaso de mi viaje. Estoy contento. Me acuerdo que ayer antes de ver la película de la noche, el mayor Greca contó que Pío Noveno estaba haciendo voto de clausura y una noche de madrugada se escucharon golpes en su celda. A la mañana siguiente, lo encontraron durmiendo lleno de hematomas y heridas en la cara. En la mano derecha tenía enrollado un rosario. Los que lo encontraron entendieron que se había agarrado a golpes de puño con el diablo. Para volar, los pilotos se afeitaron y es raro verlos sin barba. Parecen todavía más jóvenes. En algún momento recuerdo que desde la ventana de la biblioteca se veía la cruz de la capilla de la base y la bandera argentina. Me acuerdo del capitán Cervera, que me contó de cuando era levantador de pesas. Me acuerdo de la moto del capitán Ramos. Antes de subir, hablé con un mecánico de Bell. Volvía a San Miguel donde vive, cerca de Moreno, donde tiene asiento la séptima brigada aérea. Es la sexta vez que vengo, me dijo. Hablamos de los trenes de la zona oeste. Me acuerdo que comparamos a la cocinera de Marambio con la nena de El exorcista. Cuando aterrizamos en Rio Gallegos, bajo y siento calor y humedad. Hacen trece grados y me llega olor vegetal, olor a polvo. Cuando me acuesto en la cama del cuarto que me asignan pienso en una novela sobre la carrera del oro antártico, escrita con el estilo, o una imitación del estilo, de Henry James. ¿Sabías que estuvo en la guerra de Sucesión peleando como enfermero? Uno de los pilotos lee a Hemingway. Una edición nueva de Por quién doblan las campanas.
1 de enero del 2024. El sábado salí de Marambio y llegué a Río Gallegos. El sábado 30 llegué a la base aérea de Palomar y con una combi algunos fuimos hasta el Comando Antártico en San Telmo. Al otro día, 31, tomé un combi hasta Las Heras. Llegué hacia las cuatro de la tarde. Crucé el pueblo y entré sin avisar. Carmelo estaba en la pileta y lo vi sorprenderse y corrió a abrazarme y los dos lloramos. Fue como volver a mi pequeña Itaca. Todos tenemos nuestra Itaca. 2023, el año antártico acaba de terminar. Que Dios bendiga a los que esperan.