La tormenta sigue. Hace algunos años, Elmore Leonard escribió un decálogo de escritura. El primer punto es “Nunca empieces un libro hablando del clima” Me parece un excelente consejo. Pero ¿cómo no hablar del clima en la Antártida? Le pregunto al comandante de la base. ¿Cómo afecta este clima a la pista? Cuando termine la tormenta hay que sacar la nieve y seguir con el mantenimiento. En la meseta de Petrel, el suelo de piedra, tierra y arena es muy sensible al clima. Cambia el clima y cambia el suelo. Después del desayuno, el comandante reparte tareas. Como hay tormenta, se asignan tareas bajo techo. Se va a trabajar en el hangar, que se llenó de nieve, y en la usina. David quiere ir a la usina.

El capitán Cervera está por salir con uno de los vehículos de orugas para el hangar. David me contesta que se va a quedar escribiendo. La oruga se va cargada de gente. David me dice que cambió de idea y me propone salir. Nos abrigamos porque tenemos que caminar en la nieve. Son mil metros con viento y tormenta de nieve. Me pongo por primera vez las botas de nieve. David agarra una radio. Filmo un poco cerca de la base. Llevo la cámara envuelta en una gorro de lana y en una bolsa de nylon, pero el problema es usar los dedos con los guantes.

Empezamos a caminar. La nieve no está tan suelta. De a poco vamos reajustando capucha y guantes para que no nos entre el viento frío. Cuesta ver el hangar desde donde estamos. Vamos lento. Paramos y saco unas fotos. El viento es constante y fuerte. La batería de la cámara se descarga enseguida. No tengo frío en los pies lo cual me sorprende, pero las manos me duelen, sobre todo la derecha que desnudé unos segundos para operar la cámara. Después de un rato de caminar en la nieve con viento en contra llegamos. En el hangar, un cabo se descompuso manejando una pequeña grúa y hubo que llamar al enfermero. Apenas llegamos, nos piden que la próxima vez que salgamos prendamos la radio. David la agarra, se fija y ve que está apagada. Hundirse otra vez. Hundirse mejor. Y nunca empieces un libro hablando del clima.

La tormenta va a seguir hoy y mañana. Los cambios de temperatura hicieron que se me rajara el visor de la cámara. El capitán Cervera me dice que es la última tormenta del año.

No la esperábamos.

¿Qué temperatura está haciendo?

Poco frío: menos ocho, menos diez.

Hay que sacar la nieve para que no se haga hielo. La nieve es mucho más fácil de mover. El hielo hay que picarlo. Si sube la temperatura y pasa a positivo, la nieve se descongela y moja todo. Las latas se oxidan. Hay que cuidar que no se moje la harina y el arroz. El tema, como siempre, es el viento. Hace descender mucho la temperatura. Después agrega que durante el invierno, si estaba afuera, no podía pestañear porque pestañeaba y los ojos se le quedaban pegados.

Sigue la tormenta y todo el personal se queda adentro limpiando, haciendo reparaciones eléctricas y escuchando cumbia. No hay lugar donde esconderse. Desde Buenos Aires llegan noticias confusas. El comedor está lleno de gente. No puedo escribir en ninguna parte. Me quedo en la cama, en el cuarto con mis otros tres compañeros que duermen o revuelven su equipaje. Salgo cada tanto para ver si la tarde mejoró pero vuelvo. Hay que tener paciencia, principal insumo antártico. Quise hacerme una tasa de te pero el agua tenía un sabor artificial y desagradable. Dicen que el agua tiene mucho cloro. El médico de la base le pone cloro. El mayor que está con los ingenieros dice que no es cloro, que se equivocaron, que le tiraron otra cosa. Pienso que si toda la base se envenenara este diario tentativo se volviera mucho más interesante. ¿Zombies antárticos producidos por agua adulterada? Me imagino la sangre y las vísceras en la nieve. En la base hay todo tipo de herramientas para matar zombies de las formas más creativas.

Escrito por Juan Terranova

desde la Antártida Argentina