Viernes. El lunes pasado perdí mis anteojos de leer en un colectivo. Me los puse en el bolsillo y se me resbalaron cuando me senté. (El pantalón es nuevo y sus bolsillos, grandes.) Necesito unos nuevos. El Hospital Italiano me ofrece turnos oftalmológicos para febrero. Estamos a fines de octubre. Son cinco meses de espera. Para ese momento el presidente de turno ya va a estar fracasando. (No, va a estar a la espera de que se inauguren las sesiones en el congreso.) Tomo un turno en febrero, sabiendo que antes voy a tener que ir a otro lado. También podría optar por cerrar los ojos y abrirlos para el carnaval.
Sábado. Richards: “Es notable que la base de todas las propuestas de los mileístas parten de la idea de que hay un sagrado derecho a ser un miserable. Incluso es rebatible en términos liberales.” La frase percibe algo con mucha claridad. Creo que es producto directo de una política de veinte años de sermón pagano. Nos devaluaron, nos endeudaron y nos asfixiaron con una moral sin comunión, paranoica, insoportable. Es la rebelión idiota contra el chantaje progresista. Sin Dios, sale para cualquier lado. Y cualquier lado significa la autodegradación y la psicosis.
Domingo. Elecciones presidenciales. Massa le saca seis puntos de ventaja a Milei, que lee su discurso, lavado, reciclado. Massa habla sin leer, con convicciones más fuertes. La diferencia entre leer y no leer.
Más tarde. Siete puntos de ventaja.
Lunes. Compré una biblioteca por Internet. Es simple, de pino, un mínimo de diseño, pero ya no puedo tener todos los libros en pilas, tirados por el suelo. Me dijeron que iban a tardar diez días pero el miércoles me la traen. Tengo que estar desde las ocho de la mañana atento hasta las tres de la tarde esperando el envío. Voy a aprovechar para escribir y después voy a tratar de ordenar mis libros. Escucho a Carl Friedrich Abel, 27 pieces for viola da gamba. Me entero que murió Ricardo Iorio. Se va muy joven. Cuando en los 80 y los 90 todos los boludos de rock nacional se borraron, Malvinas vivió en el metal y en el folclore. Y Ricardo siempre estuvo. En el 2001 en Hangar, antes de tocar Cumpliendo mi destino, el tema que le dedicó a Seineldín y por el que fue muy criticado, Iorio dijo: “Y acá me juego porque la siento, loco.” La frase, todavía hoy, al escribirla, me emociona. En Twitter alguien superpuso la bandera de Buenos Aires a la celeste y blanca. El águila y su prole están un poco hacia la derecha y aparecen coronas de oro. Habría sido una bandera más tutelar, hispana, sagrada, que nos recuerda de dónde venimos y quizás hacia dónde deberíamos ir.