Miércoles. Compré muy barata la primera edición de Hegel y la dialéctica de Carlos Astrada. También en una librería de viejo, una edición de Huemul de algunos cuentos sobre Buenos Aires de Mujica Lainez dedicada y firmada por el autor. La dedicatoria dice: “A Silvitita, ¡oh pequeñuela con mucho aprecio! 9-VIII-79.”
Jueves. En el siglo XXII utilizar metáforas va a ser entendido como un acto subversivo. O quizás va a ser menos espectacular y simplemente el que use metáforas y metonimias no va a ser entendido. Grau, teurer Freund, ist alle Theorie/ Und grün des Lebens goldner Baum. En Instagram me dicen que esa no es la firma de Mujica Lainez. Me parece verosímil. Pero entonces quiere decir que alguien –¿quién?– firmó ese libro haciéndose pasar por Mujica Lainez. El falso Mujica Lainez me interesa más que el verdadero Mujica Lainez. ¿Quién y por qué firma por él? (Silvitita ¿víctima o cómplice del falsario? ¡Oh Pequeñuela!)
Viernes. Estaba nervioso por el viaje, pero, en realidad, estaba nervioso por los libros que tenía que elegir para llevar. De hecho, estaba eligiendo mal. Cuando encontré y me decidí por los indicados, los nervios se matizaron. Hay uno de John Steinbeck que me resulta especialmente bueno como compañero de viaje.
Sábado. Ayer me enteré de la muerte de Roberto Ferro. Fue mi profesor durante la carrera y sus clases no me parecían malas. Tengo alguna anécdota más de los tiempos en que me mezclaba con los corderos de Puán. Pero a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios. Hoy con Pierina paseando por Corrientes y comprando libros. Ella eligió uno de Herman Hesse y yo conseguí el segundo tomo de las memorias de Juan Carlos Paz.
Domingo. Vivimos en la época de la deriva. Por eso, hay una demanda de ortodoxia. El sacrificio que da un derecho vale más que mil placeres. No le saquemos a los jóvenes la posibilidad de redimirse.
Más tarde. Debate presidencial desde la universidad de Santiago del Estero. ¿Conclusiones? Internet creó un candidato y ahora ese candidato va hacia una realidad donde no hay wifi. Milei se dirige a su destrucción, pase lo que pase, él lo sabe, nosotros lo sabemos, y todos sabemos que se va a llevar una porción de la Argentina hacia la nada. Pero queremos ver el espectáculo porque sentimos que ya pagamos la entrada y nos lo merecemos. Patricio me dice: “el abismo es tentador pero, en definitiva, nadie quiere irse a vivir a Jonestown.” No estoy seguro. De hecho, un montón de gente se fue a vivir a Jonestown. Mavrakis pregunta: “El deseo de ver fracasar a Milei, ¿es superior al deseo de ver a Massa tratando de estabilizar un desastre?” Napo dice: “Es como el trapecista que salta sin red. Queremos que alcance el siguiente trapecio pero también queremos que caiga.” En el futuro, todo este dilema de la Argentina indecisa va a ser visto como una estupidez. La clase media quiere ser Jekyll y Hyde, un poco y un poco. Como no tiene identidad, oscila. No puede ostentar los robustos triunfos de los obreros, ni los refinados cuidados de la aristocracia. Le gusta el dinero pero se aburre. Y un día llega, como al pueblo medieval, un mago prometiendo el tónico sanador. ¿Por qué no saltar de la sartén al fuego? El fuego brilla. Qué hastío. Qué difícil. ¡Oh Pequeñuela!