Lunes. El viernes Pierina cumplió dieciocho años. Festejó con sus amigos. Le regalé varios libros de Virginia Woolf. Ya es casi una especialista. El sábado fuimos a patinar sobre hielo en la pista de la calle Yerbal. A la noche me sentía cansado. El domingo fuimos a votar con Pierina, almorzamos pastas con pesto y a la tarde ya me sentía muy dolorido. A las nueve de la noche tenía la garganta cerrada, me dijeron que el médico a domicilio podía tardar veinticuatro horas, así que fui al Italiano. Llegué y en la guardia había una demora de tres horas y media. El tipo que daba los turnos nos recomendó volver el lunes a las ocho. Nos dijo que los lunes entre las ocho y las diez no había nadie. Pasé una noche tomando ibuprofeno y despertándome cada dos horas. Volvimos a las ocho y media, el lunes. Y no había sistema. Yo ya sabía que necesitaba amoxidal. A las once me atendieron, me dieron mi receta de amoxidal y esperé un rato más en la farmacia del hospital. En el medio, Milei hizo una elección excelente sin partido, sin alianzas, casi sin nada. Lo popular hoy no es el peronismo. Alberto y el progresismo lo destruyeron. Lo convirtieron en una socialdemocracia fría de funcionarios arribistas, sin capacidad transformadora. “Cuando escribo, aun sobre cosas insípidas, confundo excitación con inspiración” decía Ciorán.

Martes. Hoy a la noche, entradas para Il Trovatore en el Colón. Robles: “Argumentos a favor de Milei, espiritismo, perros muertos, tráfico de órganos y sexo entre hermanos.”

Más tarde. Lugones: “Mi vida es esta deliciosa tortura/ que eres más mía cuanto eres más pura.”

Miércoles. Ayer, pobre escenografía para un despliegue orquestal y vocal muy preciso y de excelencia. Esa es la síntesis de este Trovatore. Leí que Ana Netrebko está volviendo de su momento de esplendor pero no es cierto. Lo suyo es superior y el teatro completo así lo entendió. También en los roles masculinos hubo momentos bellísimos de una claridad vocal insuperable con arias donde la orquesta se retira y el tenor queda solo acapella frente a un teatro enorme y lleno. La orquesta, correcta, a un volumen quizás algo bajo, incluso en los fortes y con poca pegada en la percusión. La puesta casi inexistente. Poco despliegue actoral. Una escenografía, insisito, muy simple y minimalista con unas ruedas de bicicleta gigantes que bajaban y subían del techo sin mucho criterio y nada más. Para el Colón, les quedó muy pobre. Pablo Kohan, en La Nación, habló de una versión semi montada: “Después de todo y sin entrar en mayores disquisiciones, la ópera es drama en música y lo que se vio en el Colón fue, sencillamente, una versión de concierto.” A la salida, cenamos por Corrientes y encontramos libros y revistas en la basura, que cirujeamos sin pudor. Luego haré el catálogo.

Más tarde. Escribo la contratapa de El método Levchenko.

Jueves. Compré por quinientos pesos –cuando cualquier libro nueve sale cinco mil– una edición de Tarzán por la tapa. Tarzán salta con su cuchillo en el medio de la selva sobre un rinoceronte muy bien dibujado. Hay un personaje más, de espaldas. No creo que se pueda matar un rinoceronte con un cuchillo. Pero me gustó la variación porque siempre ataca o se defiende de un león, un leopardo o una pantera. El título del libro es Tarzán y la legión extranjera. Leí algunos capítulos y me enganché. La prosa de Edgard Rice Burroughs es muy simple, casi infantil, pero en las primeras páginas mueren tres personajes de forma violenta. La acción sucede en las Indias Orientales. Los japoneses las invaden durante la Segunda Guerra. Hay colonos holandeses que escapan. Chinos que odian a los japoneses y japoneses que odian a los occidentales. Un avión es derribado y un grupo de ingleses y estadounidenses quedan varados en la selva. (Por momentos pienso que podría ser un guión de Tarantino.) En una breve aclaración al principio Burroughs cuenta que la escribió casi sin saber nada de Sumatra y agradece a amigos y colegas que le fueron ofreciendo ayuda en información. Esa aclaración está fechada en Honolúlu, el 11 de septiembre de 1944. La guerra todavía no había terminado. El libro está dedicado al General de Brigada Truman H. Landon. ¿Quién le da de comer al león? Ahora toquemos.