Los buzos fueron a limpiar el lugar donde se había estado bajando la carga del Irizar, sobre todo combustible. y subiendo basura y material científico. Los acompañé y más allá, a la altura del incinerador, había un grupo de personas. Me fui acercando y vi que fotografiaban un pingüino quieto y gordo. Según Mara, la técnica de aves del Instituto, es la primera vez que se ve un pingüino emperador en Carlini. No es un ave de acá, dice. El pingüino apenas se mueve, hipnótico y rígido.
Gastón, el biólogo que vino de la base Primavera, me dice: “No hay nada para filmar. Nada se mueve. Pero el paisaje siempre es diferente.” Pienso en una obra de teatro donde la narración recae sobre la escenografía, una pintura, un dibujo antártico. El mismo actor, la misma cara, el mismo gesto, el mismo vestuario, condicionado por su entorno, por la luz, por el clima, transmite una idea diferente. La obra podría llamarse Neurosis antártica.
Guillermo me regala Metafísica de la Pampa, artículos de Carlos Estrada que él mismo compiló y prologó. ¿Es posible pensar en una metafísica de la Antártida? Aunque la pregunta más oportuna sería ¿es posible no pensar una metafísica para la Antártida?
Hablo con Gonzalo Mayor, uno de los buzos, y me cuenta de la descarga del Irizar. “Acá es así. Hacés el trabajo de un día en una semana o de una semana en un día.” A la noche, comparto mesa con el sargento que lleva las comunicaciones de la base. Me cuenta que estuvo seis meses en Haití.
¿Y qué tal? le pregunto.
Una mierda, me contesta.
Más tarde me siento a escribir. Después de las once, entran a la habitación Rebollo Paz y Pablo Mosco, el geólogo. Vienen de sacar fotos nocturnas a instancias de Rebollo Paz. Pablo está feliz por haber podido retratar la Vía Láctea. Toda la vida quise hacer fotos así, dice. Me muestra. Son muy lindas. Con el cerro Tres Hermanos y las estrellas. Rebollo Paz sonríe, satisfecho como un gato.
Sigue el buen clima. Cuarto día de sol y cielo despejado. Mañana cumplo seis semanas antárticas. Sigo leyendo los artículos de Astrada. En uno, que se titula, como el libro, Para una metafísica de la pampa cambio la palabra Pampa por Antártida y pampeano por antártico. El título ya vale el experimento. Para una metafísica de la Antártida. Algunos pasajes resultan no solo ajustados, sino incluso reveladores.