Domingo. El aburrimiento, qué tema. Mi gran mentor, mi enemigo y formador. No poder aburrirse, el aburrimiento como tabú, y sin embargo… Qué manera tan sólida de aburrirme. Sistemática, coherente, cada vez más aguda y precisa. El cine liso del aburrimiento es parte de mí. No me aburro cuando leo, duermo y escribo. Pero con el tiempo esas actividades también se ven afectadas. Entre el 54 y el 62, durante los primeros años del gobierno de su joven pupilo Nerón, Séneca gobernó de facto el Imperio Romano junto con Sexto Afranio Burro. Luego Nerón creció y lo condenó a muerte por una acusación de conspiración que todavía se discute. Séneca se suicidó. Los cristianos ya convertían a Roma. ¿Por qué? El estoico suicida que conoció el poder de Roma, nació al mismo tiempo que Jesús, que vino a redimirnos por el amor. Algo los une, la idea de una existencia sacrificial.

Lunes. Preparo un viaje secreto que entusiasma y me genera ansiedad. (Lo preparo escribiendo otro diario. También compro libros para Pierina y una pelota nueva para Carmelo.)

Más tarde. A Rimbaud ya viejo tuvieron que cortarle una pierna. Y se dice que andaba en una silla de ruedas con algunos pequeños lingotes de oro encima. Era la módica fortuna que había hecho en África y que, paranóico, temía que le roben. Yo no tengo lingotes. Pero llevo varios diarios al mismo tiempo, uno público, uno secreto, uno que escribo a mano, una novela en forma de diario que no deja de ser un diario. Un diario dentro de un diario, un sueño donde escribo un diario.

Martes. Revisando una pila de revistas viejas, encuentro la revista de la Biblioteca Nacional donde se celebran las cien novelas de César Aira. Cada vez que vuelvo a César Aira, lo encuentro más infantil y anal. Entro a Google y encuentro frases como “Yo hago pura literatura, por eso no me dan premios” o “La literatura como arte ya no la practica casi nadie.” (Nunca supo ser viejo. Ni siquiera cuando era joven.) Podríamos decir que es un escritor que cuenta siempre el mismo chiste. A donde va cuenta el mismo y remanido chiste. El mismo ingenio ya conocido… Hay amigos que son así. Antes era como el tío que uno siempre encuentra en la mesa familiar y ahí funciona. Pero si se lo encuentra en otro lado, en una fiesta de quince, en un bar, en un velorio, en un teatro, en una dependencia pública, ahí no funciona. Él piensa que el chiste sirve, que no se agota, pero ya nadie se ríe. Claro que genera adhesión porque uno siente cariño y afecto por ese incansable personaje familiar… Más tarde, conversación con Robles sobre nuestro lugar en el campo intelectual porteño. Vamos y venimos sobre ese tema de forma regular. Hoy Robles dijo: “Creo que practicamos la autopreservación, la inteligencia y cero ganas de gastar ninguna energía en disputar nada con esos [insulto muy común]. Que se arreglen entre ellos y su rosca, yo quiero leer y escribir de vez en cuando.” Celebré su definición que hago propia. Luego agregó: “nos imaginé recién como dos personajes de Cormac McCarthy, en un bosque post nuclear, asando salchichas en un palo y diciendo nosotros tenemos un mundo propio con total tranquilidad.”

Miércoles. Compré por Mercado libre, fui a buscar a una librería pequeña de Caballito y empecé a leer El Reich africano de Guy Saville. La tapa vale el libro. Está tan bien, es tan contundente que impresiona. La narración es ágil. La escritura sirve, fluye. Alemania gana la guerra, avanza sobre África, y así… Campos de cráneos, acciones comando, las Schutzstaffel. El libro arranca bien, pero enseguida Saville cae en un problema que no puede resolver. Su protagonista, un mercenario eficiente y romántico, no puede ser malo. No puede ser cruel. No puede ser eso que esperamos de un héroe dramático en ese contexto. Es imposible hablar del mal desde el bien. La identificación debe ser más retorcida. A Saville le faltó experiencia. El Reich Africano es su primera novela, pero esa inmadurez se nota y lo condiciona.