Miércoles. Argentina-Polonia. Ganó Argentina por dos goles. Fue un partido de mucho toque y los polacos no presionaron porque incluso perdiendo así pasaban de ronda. (No me gusta Polonia como país por cosas como estas.) Más tarde, leo una novela inédita de Jorge Chiesa. Me gusta. Es a la vez, amarga y divertida. A la noche, festividad con músicas africanas en el barrio. Supongo que es la comunidad de negros dominicanos. En el bar tipo cueva que hay abajo del departamento de Mia Antonella hay una foto de Trujillo en la pared.

Jueves. Tomo notas a mano. Escribo lo siguiente. Buscar una historia. Buscar una forma. ¿Dónde? La historia: en los libros, en la calle, amigos, enemigos, tv, cine. El arte, la historiografía, lo que sea. La forma: Hemingway. Faulkner. Los narradores norteamericanos. Los de antes y los de hoy. Palahniuk. Fisher. Etc. Todo lo que hay en el medio entre una cosa y la otra son intentos ajenos que no importan. Solamente importan si son muy buenos. Luego están los amigos que son extensiones, hermanos, Mavrakis, Vanoli, Robles, Godoy. Esa tercera zona es fundamental. Pero se mueve de forma impredecible. Libros sin forma: evitarlos. (Solo hay que ir ahí sí aportan datos que necesitamos, entonces sí. A lo informe se llega para robar, para saquear.) Una forma puede ser el Quijote, Borges, Stevenson. Yo elegiría siempre a Hemingway. En el ensayo, más fácil, Montaigne. Las aguafuertes de Arlt. Nelson Rodrigues. Carlos Correas. Ignacio Anzoátegui. Ahí entra todo. Gombrowizc decía algo así sobre leer buscando la forma. Lo que más me interesa de Hemingway es la forma. Y mucho después la idea de experiencia que tiene y cómo la usa.

Más tarde. Releo mis notas, las transcribo. Me voy repitiendo. Sí, ya empiezo a repetir mis ideas. Llega la madurez, lo adulto. Ser adulto es repetirse. Pero no es malo, al contrario, es positivo.

Viernes. En una de las revistas Todo es historia que compré el otro día leí un artículo donde una mujer argumenta una y otra vez que el futurismo lo inventó un catalán y que los futuristas italianos eran fascistas. Reescribí el poema de Tranströmer. No sé cómo suena en danés. Pero lo reescribí para que se pareciera más a lo que a mi me importa. Tranströmer está ahí pero encima de él estoy yo. (Aunque el poema en esencia es casi el mismo, la misma casa, el mismo piano, las mismas palabras.)

Sábado. Argentina-Australia en un partido por octavos de final. Argentina tiene la pelota igual que con Polonia. Hace dos goles hermosos, uno de Messi. Luego un australiano le pega, se desvía en un jugador argentino y entra al arco. Se sufre un poco al final. Argentina tiene muchas chances de gol pero no logra convertir. O sea, se sufre y se gana. Está bien. Viernes que viene se juega con Holanda por cuartos de final. Luego nos toca Brasil, casi seguro. Y después, si llegamos, España o Francia en la final.

Domingo. Releo a Ignacio Anzoátegui. De tumbo en tumba. ¿Es un diario? El autor dice que sí. Todo lo que existe termina en un libro dijo Mallarmé. (Miraba un mundo pequeño.) Yo diría al revés, en los libros está lo que existe. (Los libros hoy es Internet. O también podrían ser los signos.) Mirando un poco en perspectiva, me doy cuenta de que escribir o no escribir, publicar o no publicar lo que se escribe y leer o no leer lo que se publica es finalmente irrelevante. Lo importante es preguntarnos: ¿Por qué lo hacemos? ¿Por qué lo seguimos haciendo? Siempre que pienso en este diario pienso en eso y no logro plasmarlo. ¿Hay algún problema? Nada, ninguno. Aunque… Se sufre y se gana. La batalla es en nosotros mismos. ¿Escribir un libro? Dios me libre. ¿Por qué?