Viernes. De vuelta en Buenos Aires, mucho trabajo. Trabajo editorial, reuniones, plazos. No tengo tiempo para dedicarle a escribir. Robles me carga porque le dije que no podía escribir porque tenía que terminar un libro. Pero es así. Terminar no significa necesariamente escribir. Por otra parte, no se puede escribir si uno no está dispuesto a perder tiempo. Escribir es básicamente prepararse para perder el tiempo. Tengo una bolsa de libros que traje de Mar del Plata. Regalos, compras. Pasé por la librería Dublín, donde atiende Gabriel y hablamos de Bernhard. Me mostró una edición de Corrección que ponderó mucho, le pregunté cuánto salía y me dijo que era suya, que no la vendía. “Es de mi biblioteca” fue la respuesta. (Ahora miro los libros que compré acá y me acompañaron durante el viaje.)

Lunes. Aira nos impone la idea de novela como chiste serio. Es un chiste pero no hay que reírse. El que se ríe no entiende. El que entiende hace la reverencia. Se interpreta el borde, la floritura. Hay asombro, En la reverencia frente al ingenio del chiste serio no existe una cuestionamiento al centro, al sentido, porque ¿a quién no le gustan los chistes? El problema es que el chiste es solo una parte, muy breve, acotada, del género novela. Cuando el lector finalmente entiende la broma, que en Aira es toda la literatura, ya está mutilado. (Pongo este párrafo en Facebook sabiendo que va a tener comentarios varios. ¿Por qué? ¿Por qué se volvió importante Aira? Si pongo una foto o escribo sobre Malvinas o los presocráticos nadie responde. Con Aira siempre hay alguien dispuesto a avalar o a criticar mis opiniones y supongo que las de cualquiera.)

Más tarde. Como esperaba, muchos comentarios en mi opinión sobre Aira. (Hay buenos lectores que piensan que ataco a Aira porque no me gusta. Creo que esto no es tan así… Más justo sería decir que no me interesa. Eso sería bastante más justo. ¿Para qué escribir un libro, por qué escribir tanto sobre algo que no interesa? Buen punto. Quizás para demostrar que eso que no me interesa no es, finalmente, interesante. Tal vez también escribo para saber qué pienso.)

Miércoles. Hace dos semanas Carmelo estuvo conmigo más tiempo del habitual y eso implica tiempos muy ajustados, horarios a respetar para dormir, comer, levantarse y así. Cociné mucho, porque cuando estoy solo cocino pero poco y me arreglo con cualquier cosa. Él es más exigente, en muchos sentidos. Y quiero que coma. Ahora está dibujando y muy pronto va a agarrar su pantalla, así que tengo que aprovechar para cocinar. Voy a hacer pastas y una buena salsa con salchichas. Debería escribir más sobre lo que cocino y cómo. Lo hago con gusto y creo que bastante bien, pero no escribo sobre eso ni acá ni en ninguna otra parte. Quizás porque no se puede escribir sobre todo. Pero lo más seguro es que no cuaje en este diario. (Pienso bastante sobre qué entra acá y que no, y siempre llego a la misma conclusión: esto es un diario de lecturas y eso significa que escribo lo que me sale en relación al mundo de los libros, y la web, y eso es casi todo. No puedo dejar de imaginar al lector que piensa o va a pensar: ¿Qué me importa a mí esto, este periodismo confesional? Desde luego, tiene razón en hacerse esa pregunta.)