Lunes. Fuimos con mi hijo Carmelo hasta Méndez de Andes 2138, la casa de la infancia de Roberto Arlt en el barrio de Flores. Es cerca de donde vivimos, apenas unas cuadras más al oeste del camino que hacemos todos los días para ir a la escuela. Le saqué una foto que me gusta mucho. La puse en Facebook.

Martes. La modernidad es siempre la modernidad más otra cosa que no es ni moderna ni parte de la modernidad. Esa es su formulación. Por eso resulta contradictoria y sorprende. ¿Qué clase de ruido? Flores, barrio de la cabalgata. Ahora toquemos.

Miércoles. Cuando vi por primera vez el Test de Rorschach y entendí de forma esquemática su funcionamiento me desilusionó que las manchas no se hicieran con la sangre de los pacientes. Ahora releo los dos prólogos de Historia universal de la infamia. Me gustan. El primero dice: “la reducción de la vida entera de un hombre a dos o tres escenas.” Y termina: “Leer, por lo pronto, es una actividad posterior a la de escribir: más resignada, más civil, más intelectual.” El segundo de 1954 es una diatriba contra el barroco. Ambos prólogos son borgeanos, el libro no. Y esto Borges lo sabía. Se nota cierta sorpresa en ese conocimiento. Es posible extraer buenos y provechosos aprendizajes del libro y de los prólogos. Dicho esto, para un argentino enseñar a Borges de forma introductoria en el siglo XXI debe ser algo parecido a uno de los círculos menores del Purgatorio. Me imagino un aula brumosa llena de estudiantes extranjeros que hablan de los espejos, la milonga, la poesía inglesa y el cuento policial. They know not well the subtle ways/ I keep, and pass, and turn again.

Jueves. Abolir la dimensión de la experiencia y transformarla en la experiencia de las redes me resulta empobrecedor. Esa neurosis prestada... Dejame con mi propia neurosis. Es mi neurosis, es mi decisión. Pero creo que eso ya lo descubrimos. Todas las neurosis de redes se parecen, las infelices lo son a su manera.

Viernes. Termino mis clases sobre Wagner exhausto, con un sentimiento anguloso de frustración y un deseo de seguir enseñando su música y su obra muy grande. El año que termina empezó, en realidad, en marzo del 2020. O sea, se termina un año de casi veinticuatro meses. ¿Llega de ahí el cansancio? Hoy los subtes volvieron a su esquema anterior al virus. Sobre la pandemia, Napo dice: “Ya no hay sorpresas. Si vuelve la cuarentena, solo nos queda el tedio.”