Jueves. Ayer empecé el curso virtual con Daniel Santoro. Se conectaron ciento cincuenta personas. En el comienzo de la clase Santoro pasó el fragmento de la construcción de la campana de Andrei Rubliov. La película va sin sonido y él la narra. Habla sobre las imágenes. Habla del coraje de crear. Al principio pienso ¿qué pasa acá? Y luego entiendo. Hay una traducción. Me emociona la escena final del huérfano llorando y diciendo que el padre no le había enseñado nada. Me emociona mucho escuchar a Santoro contando eso que veo. Luego dice “hay pintura y hay dibujo porque hay cristianismo.” Me vuelve a sorprender. Disfruto mucho de su análisis de Van Eyck y su comparación con Tintoretto.

Viernes. Leo El galpón de Ricardo Strafacce. Me lo mandaron de prensa. Lo leo con cierta distancia. La tapa del libro es realmente fea. Ricardo escribe bien, incluso muy bien. Quizás eso le juegue un poco en contra y entonces se desentienda de qué es lo que narra y se deje llevar por historias alucinadas. Tengo mucho afecto por su obra. Mientras leo voy anotando algunas ideas y luego empiezo a pensar una entrevista para Revista Paco. Hay una agresividad lateral, latente, en Strafacce que me interesa, como si escribiera una picaresca conceptual, contenida, subterránea.

Más tarde. Napolitano en Twitter: “Nuestra época funciona así: el deseo propio es siempre elevado a declaración de principios y el ajeno rebajado a síntoma de un mal.”

Sábado. En la redacción virtual de Revista Paco se habla mucho de bitcoin y criptomonedas. Y a partir de lo que dicen vuelvo a ver Plata dulce, de Ayala y Olivera, que está entera en YouTube. La relación es evidente. Hay un invariable histórico en el tratamiento que el hombre le da al dinero, el eterno retorno de esa metáfora que vuelve para seducirnos y masacrarnos. El dinero como metáfora, como un elemento que está en lugar de otro, pero ¿de qué? Es el verdadero invento de la humanidad: no el fuego, no la rueda, no internet, el dinero. Quizás el dinero sea la primera inteligencia artificial que inventamos como especie y posiblemente la más despiadada y cruel.

Más tarde. Las vacunas van llegando, la vacunación avanza. Ya se habla de la vuelta al trabajo, y mucha gente ya hace una vida casi normal, interrumpida apenas por la rutina del barbijo. La tele sigue hablando del tema pero en todas partes se va diluyendo. Es un momento delicado. Si el guionista de este cine catástrofe fuera algo más avispado, esperaría un mes más para introducir algún cambio que nos devuelva al cansancio de la muerte. Se le quiere adjudicar a las variantes de las cepas ese rol de villano, y todas tienen nombres cinematográficos como Delta, Manaos, o Cepa Sudafricana. La pregunta es casi siempre la misma: ¿cuánta muerte podemos aguantar?

Lunes. Tengo que limpiar la biblioteca y saco los libros de stephen King. Los pongo en una mesa. Son varios. Les saco una foto. Muchas horas de buena lectura. Es difícil subestimar esos libros y ese autor. Después fui a buscar La palabra deseada, un libro sobre la Comedia de Dante, de Mariano Pérez Carrasco. El precio me pareció excesivo pero se trata de “la Divina Comedia en el mundo contemporáneo” y eso siempre es tentador. Lo sacó Mar Dulce. Leer a Dante a través de King, eso también es tentador.

Martes. Corrijo un ensayo sobre Cesar Aira. Refundo viejas columnas de opinión en un solo texto. El resultado me gusta. Pero no sé qué puede llegar a leer ahí un lector de Aira, o en definitiva cualquier lector. Corrijo mucho, alisando la prosa, pero no logro darle la calidad que quiero. ¿Para qué tanto esfuerzo? No tengo respuesta pero sigo adelante.

Más tarde. Un titular: “Wax My Balls Trans Activist Complains That Gynecologists Won’t See Her.” El artículo que sigue lo explica pero ya está toda la información ahí. Las mayúsculas son del original. Yo diría más bien la letra. Hasta los papeles rotos de la calle. La verdad solo se revela al rechazado. Ahora toquemos.