Lunes. Nelson Rodrigues decía que solamente un burro leía veinte mil volúmenes. Para él, la lectura sofisticada era la relectura. Hablo sobre el tema con Robles. Parafraseando a Heráclito, nunca se lee dos veces el mismo libro.

Martes. Antonio Banderas da positivo por COVID-19 en su cumpleaños. ¿Farándula? Una vez me dijeron que Ismael Viñas terminó viviendo en un remolque en las afueras de Tel Aviv escribiendo un libro sobre el hambre en el mundo.

Miércoles. En cadena nacional, el presidente Alberto Fernández anunció que la Argentina, en conjunto con México, va a producir en el primer semestre del año que viene la vacuna contra el covid. Es una excelente noticia. En las redes sociales se la analiza mucho pero no hay mucho que analizar. Sin embargo, la máquina digital siempre tiene hambre.

Jueves. Retomo Invitación a la masacre de Marcelo Fox. En una de las historias del libro se anticipa Terminator y Matrix con un nivel de precisión y síntesis asombroso. No obstante, no obstante la mejor lectura para hacer en cuarentena: “El laberinto. No es posible escalar las paredes. No es posible suicidarse. No es posible el sueño. Quiero descansar. Sentir el peso de la tierra entre los dientes. No esta ausencia. No este hueco en las entrañas.”

Más tarde. Goethe: “Es necesario repetir la verdad y una y otra vez porque la mentira a nuestro alrededor también es constantemente repetida, no por los individuos sino por las masas, en los periódicos, y en la enciclopedias, en los colegios y en las universidades, en todos los lados la falsedad está en la cima, cómoda y segura de que la consciencia de la mayoría está a su lado.” Es una cita progresista y hasta cierto punto fallida. Contundente pero fallida. ¿Y si la verdad la tuvieran los otros? ¿Y si la nuestra, la verdad de Goethe, mi verdad, nuestra verdad, no fuera la verdad cristalina y pura que pensamos que es? Por otra parte, repetir, repetir, qué tedio. Se necesita mucho talento para repetir y no incordiar. Si repitiera una y otra vez mi verdad terminaría por aburrirme y dudar.

Viernes. Me levanto, apenas desayuno y voy en bicicleta al Parque Centenario. Hay sol. Hace frío. La bicicleta me responde bien. Algunos cambios no funcionan y el freno de atrás toca un poco, pero vamos bien. En uno de los puestos de la calle Marechal compro Su turno para morir de Alberto Laiseca en la nueva edición en la que el título fue simplificado a Su turno. En el parque hay gente. Acá y allá se ven viandantes solos o en parejas. Elijo un banco cerca de los juegos para niños, que están clausurados, y me siento a leer. Leo al sol. Disfruto del aire frío.