Libros y Lecturas

Lunes. De cara a las próximas elecciones, Mavrakis me escribe “No me interesan las encuestas ni los panoramas racionales de motivos o causas lógicas.” Es la posición de alguien que busca la forma. La literatura argentina mantiene esa pelea. Nuestros ilustrados van hacía ahí, levantan ese guante, se adjudican esa pesquisa, una búsqueda de la forma, al estilo soterrado de Gombrowicz. En un país sin clasicismo, puro romanticismo moderno en tensión, la forma parece ser el gran desafío. Esta condición se agudiza en el siglo XX. Véase Borges, traducciones de Barthes, universidades, academias, semiologias varias, etc.

Lunes. Feriado por Güemes. Hace más de una semana que llueve. Y llueve. Y llueve. La ciudad se vuelve invisible, un asco de humedad, pringosa, anegada. Sobre el techo del lavadero, que es de chapa, caen y caen gotas de permanente insistencia percusiva. ¿Qué leo? Algunas cosas. Fragmentariamente, Leopardi, el diario de Mircea Eliade, algo de Leautaud. Vuelvo a escuchar Schubert y escribo sobre el Winterreise. No recuerdo ahora que en ese invierno romántico haya habido lluvia. Qué liberadora esa música de la idiotez y la fealdad del mundo. Ayer cuatro países, Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, se quedaron sin electricidad. Era el día del padre. Durante unas tres horas todos festejaron íntimamente el fin del mundo. Luego volvió el suministro eléctrico y la decepción.

Lunes. Me hubiera gustado dedicarme a la lingüística. No solo de forma amateur como lo hago hoy. ¿Podría? Recuerdo que los lingüistas de mi facultad eran unos taradúpidos que se la pasaban haciendo arbolitos de Chomsky, despolitizados, liberales, no entendiendo el peso de cada palabra, indiferentes al hecho irrefutable de que cada enunciado se desdobla en mil políticas y en mil historias. La lingüística es una disciplina política antes que literaria. Incluso la lingüística histórica. Las lenguas no evolucionan sin el peso de lo social. Hay bibliografía al respecto. ¿O no es acaso la teoría de Saussure una teoría del sujeto? Napolitano fue hasta Flores a buscar un libro sobre Bartok que al final no consiguió y de vuelta pasó por casa. Tomó un vaso de agua. Le regalé un libro mío, para que el viaje valiera algo. Hablamos de la autonomía del arte. Fue una buena charla.

Lunes, por la mañana. Cuido a mi hijo y mientras él juega con su tablet, yo leo poemas salteados de Pasolini. Leo uno del libro Poemas en forma de rosa donde Pasolini dice que la Europa que conoció ya no es suya, que siente por ella una nostalgia que los que la habitan ya no sienten, y que padece dolor por eso. Esa Europa es Praga, Varsovia y Roma. Parece un poema escrito para un argentino.

Lunes. Visita a Napolitano en el conservatorio. Me levanto, desayuno y salgo. Me demoro caminando. Luego subte y casi enseguida la calle Pasteur. De ida voy hacia Córdoba por la mano derecha. Leo los nombres de los muertos por el atentado a la AMIA. Paso por la puerta de la mutual. Camino un poco más. Llego a Córdoba y espero a Napolitano en la puerta del Conservatorio, que está en obra. Un grupo de operarios perfora una pared con un taladro. Napolitano me dice que necesita dinero y vamos al cajero de un banco. Antes de llegar ya estamos comentando un libro. Después hablamos de música. Napolitano me cuenta anécdotas personales, y va de Coltrane a Wagner, citando libros y obras como si no hubiera distancia. Cuando vuelvo por Pasteur camino de la otro mano y encuentro la pequeña placa que recuerda a Juan Carlos Terranova, el panadero muerto por el atentado a la AMIA.

Sábado. Se presentó con un video en YouTube la fórmula Alberto Fernández presidente, Cristina Fernández de Kirchner vice. Eso fue a la mañana. Al mediodía encontré en la cuenta de Twitter de Alberto esta respuesta a uno que lo increpaba: “No te contesto porque advierto tu ignorancia. No tenés idea. Ahogate en tu odio.” Por la tarde, fui a nadar.

Lunes. Dolor de cabeza, de la nunca hacia adelante. Lecturas pospuestas que ya no se pueden retomar. Las ganas se fueron, el entusiasmo se enfrió. Hay una marea de la lectura que es necesario entender. Sube, baja. La nuca punzando tampoco ayuda. Me hace cerrar con fuerza la mandíbula. No hay nada relajado, ni en los ojos, ni en la frente. Así no es posible leer. Y sin embargo, lo intento. Agarro La navegación mercante en el Río de la Plata, un libro de Ana Zaefferer de Goyeneche, típico libro de un historiador que va del dato duro al amateurismo, donde estilos y gestualidades hacen parecer la escritura más vieja de lo que es. Lo publicó Emecé en 1987 pero la prosa se remonta a la década del 50, por lo menos. No obstante, y habiendo tan poca literatura historiográfica sobre el tema, la lectura es amena y valiosa. La navegación mercante, como tantas otras cosas, empezó con el contrabando en esta zona del mundo. Pero ¿qué significa ese origen? O mejor, ¿hasta qué punto ese puede ser un origen? Sin duda, hay una genética nacional de la que, si bien es necesario no abusar, ni mucho menos proyectarla como un destino manifiesto, es, al mismo tiempo, muy difícil renegar.

Lunes. Fin de semana atroz. Anginas, dolor en la garganta, cansancio. El sábado viene el médico, un japonés de apellido Ishi. El doctor Ishi. Le abro la puerta. Me saluda con distancia. Yo me siento acabado, exigido, frágil. Mucha fiebre, dice. Me siento caliente, incinerado, la boca, hervida. Se lo digo. El japonés no responde. Escribe la receta del antibiótico. Se va con una reverencia. Salgo a la farmacia. El farmacéutico es un joven envejecido de forma prematura que se mueve muy pero muy lento. Imposible leer nada así, cuando uno siente los ojos cociéndosele en el cráneo.

Lunes. Leo las pruebas del libro de Carlos Mackevicius. Es excelente. Las leo de mañana en un bar de Colegiales, casi solo en el salón, con la felicidad que da la lectura que entusiasma. El libro se llama Krmpotic, y es una pieza que de una forma muy directa hilvana las armas y las letras. No hay libros así hoy, breves, contundentes, experimentales. La industria editorial, en sus zonas centrales, publica con ese efecto de guitarra, el compresor, que unifica todo. Los géneros importan más que el texto. Se da una taxonomización que no es critica, ni siquiera es del mercado, sino que fluye en la cabeza algo alunada de los editores. Finalmente eso que llamamos consciencia mantiene con el conocimiento y la política una relación bastante más compleja y contradictoria de lo que estamos dispuestos a aceptar.

Domingo. El viernes me junto en el Troqué de Henry con Barrón para comprarle el primer número de la revista de historietas que está sacando. Se llama Revolver. La primer tapa tiene un bebé armado. Ayer hablé con Jorge Fantoni. Lo saludé, no mucho más. Creo que es muy talentoso. (Supongo que la historieta contemporánea trajo la historieta contemporánea a mi cabeza.) “Mil veces prefiero viajar en diligencia que viajar en avión” escribe Guerber en Twitter.