Libros y Lecturas

Martes. Ayer puse una botella de champán en el congelador. Me la olvidé y reventó. ¿Preferiría recorrer en bicicleta una Rio de Janeiro silenciosa y postapocalíptica para festejar mi cumpleaños? Es posible. Hoy cumplo cuarenta y seis. Y voy a comprar algunos libros y otra botella de champán.

Viernes. Murió José Pablo Feinmann. Le doy la noticia a Robles. Lo lamentamos. Siempre estuvo, de una forma lateral pero estuvo, en nuestras conversaciones. Pensaba que él, Robles, lo leía un poco más que yo, pero enseguida recuerdo no uno, ni un par, sino muchos de sus artículos en Página/12. Me veo bastante reflejado en su escribir constante y por todos los medios. (Y en ese reflejo veo un peligro, que se acerca y que no puedo evitar.) Mavrakis no se privó de hacer una serie de comentarios desafortunados en Twitter.

Lunes. Fui a Mar del Plata y compré La ética picaresca de Horacio Gonzalez y un libro de Mircea Eliade. Saqué fotos de edificios. Eso pasó la semana pasada. No tengo mucho más para agregar. La ciudad, eso sí, me dio ganas de escribir. Mar del Plata siempre me da ganas de escribir.

Lunes. Me quedo en casa a trabajar. Arranco temprano y feliz. Me espera un día ordenado de drogarme con los signos. Estoy entregado y feliz como el opiómano, como el dipsómano. La letra siempre fue mi destino dramático. No encuentro oro en el barro como Baudelaire, no puedo dejarlo como decía Walsh y Rilke. ¿Quién celebra la pérdida? Es dulce y destructivo. Escribir, ¿por qué? ¿Para qué? Intento que ese esfuerzo se de orientado, que sea redituable, que tenga una unión con mi vida profesional, con mi inserción capitalista primaria, intento el periodismo, la investigación, pero lo que me llama, como la sirenas, es otra cosa. Me llama la gratuidad, es el narcisismo desesperado de inventar, de cuestionar, de ser independiente del circuito del dinero, ajeno a esos condicionamientos. Eso me llama. Me llama lo arbitrario, la economía del gasto, la discusión, la desobediencia, el masoquismo.

Lunes. Fuimos con mi hijo Carmelo hasta Méndez de Andes 2138, la casa de la infancia de Roberto Arlt en el barrio de Flores. Es cerca de donde vivimos, apenas unas cuadras más al oeste del camino que hacemos todos los días para ir a la escuela. Le saqué una foto que me gusta mucho. La puse en Facebook.

Lunes. Mavrakis: “Ya no hay más diarios personales de la pandemia a pesar de que la pandemia todavía persiste. Ese negocio simplemente se desvaneció en el aire.” Es una afirmación pertinente. Los diaristas volvieron a su vida civil. Sin embargo, en Alemania y en Rusia las noticias hablan de la quinta ola. En Francia y en Dinamarca también. La pregunta es ¿qué va a pasar acá cuando termine el verano porteño? Nota en Crónica: “El Gobierno francés anunció este domingo el fulgurante inicio de una quinta ola de contagios de coronavirus en el país europeo, con 80% más de casos que hace una semana, aunque estimó que todavía existe cierto margen de maniobra antes de endurecer restricciones.” Cierto margen de maniobra, esa es la frase clave.

Domingo. El crucero llegó y tocó su sirena marina, grave y profunda, para saludar mientras entraba en la bahía. El sonido me generó alegría. El hombre de la casa tenía razón.

Jueves. Ayer tomamos una combi que nos trajo de Ushuaia a Río Grande. El viaje dura tres horas y combina un principio de montañas y nieve con una caída abrupta en la estepa patagónica y el mar. Cenamos en un local tradicional con Federico Rodriguez y su familia y hoy nos invitaron a su casa en el barrio Malvinas Argentinas, que antes se llamaba Chacra 13. Antes de servir una moqueca de camarones que hizo Renata, nos contaron esta anécdota. Con el fin de juntar fondos para un viaje de estudios, Renata, que es de Porto Alegre y probada cocinera, accedió a preparar mil porciones de feijoada para la escuela local.

Domingo. Mañana salimos para Tierra del Fuego. Vamos con mucho entusiasmo. También sé muy bien que el viaje anterior fue bueno y entonces los dos viajes, el que hicimos en el 19 y este del 2021, van a competir en nuestra percepción. El plan es viajar por la ruta 3 de Ushuaia a Rio Grande, una parte desconocida y lejana de esa ruta conocida.

Lunes. Ayer, visita al Museo Histórico de San Telmo. Nos detuvimos un poco de más en la pequeña sala dedicada a la fiebre amarilla que sufrió la ciudad durante la presidencia de Sarmiento. En un panel se lee: “Todos amarillos: los muertos por la enfermedad, los vivos por el miedo.” Nuestra epidemia del siglo XXI fue otra cosa. ¿Se puede comparar? Miedo sí, pero poco, ajustado, nada desbordado, miedo como incisiones precisas, paranoides, ocasionales. Y sobre todo el miedo como incertidumbre, que es la verdadera epidemia de este siglo. Volviendo desde San Telmo hacia Constitución, sobre la calle Brasil, le saco fotos a la Parroquia Santa Catalina de Alejandría. La arquitectura dura y oscura me habla. ¿Qué pasa ahí? ¿Qué se puede imaginar en ese barrio? Quiero escribir un diccionario en el verano. Un diccionario gótico de Buenos Aires. O quizás eso sea mucho. Habría que ajustarlo, acotarlo. Debería ser un diccionario gótico de un barrio. Constitución y Flores son ambos barrios góticos. Ambos podrían servir. Un diccionario gótico de Buenos Aires es simplemente demasiado.