Aún atravesados por la pandemia, no es tan difícil entender por qué a la Argentina le va como le va. Solo hace falta leer con detenimiento un par de notas de hoy. Una de Diego Cabot, que aparece en La Nación se titula: “Total paga el Estado. Sobreprecios y corrupción por la ineficacia de las compras”. La otra la firma Jazmín Bullorini, en Clarín. Se presenta así: “Impuesto a los ricos: los K dicen que no toca a la clase media, pero hay dudas”. Como ilustración de la nota, aparece una foto de Máximo Kirchner, y en el epígrafe se puede leer: “El próximo Máximo Kirchner tiene 143 millones de pesos de patrimonio y podría estar gravado”.

El artículo de Cabot no tiene desperdicio. Y su conclusión ayuda a entender la “maldición argentina”. Sostiene: la ineficacia, la falta de transparencia, es el aceite que alimenta el financiamiento de la política. La cuota parte que pagan los hombres de negocio para entrar. Lo mismo que hicieron los empresarios del club de la obra pública, según reconocieron ellos mismos, como arrepentidos, en la causa denominada los Cuadernos de la Corrupción. Y el delirante impuesto a los ricos parece un chiste, si no fuera tan grave. Cuando se lo consulta a uno de sus impulsores, Carlos Heller, no parece saber ni con que tasa ni a partir de qué patrimonio se podría aplicar. Un nivel de improvisación muy preocupante para alguien que, entre otras cosas, manejó o maneja un banco en el que depositan sus ahorros miles de argentinos. Pero la paradoja de que el diputado nacional Máximo Kirchner podría ser alcanzado por el impuesto invita a hacerse una pregunta sencilla. ¿Cómo pudo haber acumulado su familia tanto dinero, si tanto Néstor Kirchner como Cristina Fernández se desempeñaron como funcionarios públicos desde principios de los años ochenta?

La respuesta tampoco parece tan complicada. En sus declaraciones juradas explicaron que lo hicieron alquilando sus hoteles. Sin embargo, la justicia considera que esos hoteles y los alquiles fueron parte de una maniobra de lavado de dinero que todavía se sigue investigando. Pasemos de la página 12 a las 26 del mismo diario Clarín en su versión de papel y encontraremos otra gran paradoja. Es una nota que firma Lucía Salinas y se titula: “Los grandes juicios de corrupción k están parados y sin fecha de inicio”. Insisto con la misma idea: cuarentena sí, oportunistas, aprovechadores y corruptos, no.

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