(Columna publicada en Diario La Nación) El Presidente; el jefe de Gabinete, Marcos Peña ; la gobernadora María Eugenia Vidal , y el jefe de gobierno porteño, Horacio Rodríguez Larreta , tomaron una decisión política audaz que no tiene retorno: confrontar con "lo peor" del cristinismo, el sindicalismo y el peronismo. Forzar la polarización. Inducir a la opinión pública a elegir entre el pasado y lo que hay. Presentar la competencia electoral de este año como una lucha entre "los buenos" y "los malos". Invitar a suponer que sólo existen dos alternativas: apoyar a este gobierno aunque no le esté yendo del todo bien o volver al populismo y transformarse en la Venezuela de Nicolás Maduro.
Tomaron la decisión bajo la mirada atenta de Jaime Durán Barba y los primeros resultados de la apuesta parecen alentadores. La imagen positiva de Macri volvió a los picos que mostraba antes del litigio del Correo. La imagen de gestión de Vidal y la de Larreta volvieron a crecer, después de un estancamiento que empezaba a preocupar a la "mesa chica". Todavía no hay números serios sobre intención de voto, pero las encuestas cualitativas que hicieron desde el Gobierno y fuera del Poder Ejecutivo coinciden en que Cambiemos fortaleció su identidad, volvió a dominar la agenda política y salió del letargo en que estaba atrapado desde principios de este año.
Las fotos de las proyecciones electorales de la provincia de Buenos Aires con que cuentan los funcionarios del Gobierno fueron confeccionadas antes de la movilización del 1° de abril, que tanta autoestima insufló al oficialismo. Según esos números, en las PASO del 13 de agosto de este año, Cristina Kirchner candidata obtendría entre el 33 y el 35 por ciento de los votos; Cambiemos, con Elisa Carrió, el 32 por ciento, y el tándem Sergio Massa-Margarita Stolbizer lograría un 22 por ciento. De acuerdo con los vaticinadores del oficialismo, las elecciones del 22 de octubre terminarían polarizando la competencia entre los dos primeros y llevando la mayoría de los votos del Frente Renovador hacia los candidatos de la gobernadora. En ese contexto, a Massa le pasaría algo parecido a lo que le sucedió a Francisco de Narváez en las elecciones de 2013: su voto se terminaría diluyendo por efecto de la polarización.
La mesa chica del Presidente es optimista y supone que, al final del camino, terminaría superando a Cristina candidata por la misma diferencia proporcional de votos con que Vidal terminó derrotando a Aníbal Fernández. Cree que eso sucedería porque se verían beneficiados por los votos de segunda opción, provenientes de Massa y Margarita. La segunda preocupación del oficialismo es la ciudad de Buenos Aires. Aquí Larreta confía en que Carrió terminará aceptando su papel de salvadora del distrito ante la amenaza de Martín Lousteau. El análisis que hace el ala encuestadora de Cambiemos es que entre las PASO y las generales sucederá lo mismo que en la provincia, pero con distintos actores políticos. Esto es: suponen que Carrió, en agosto, obtendrá el primer lugar; Lousteau, el segundo, y que el Frente para la Victoria será el tercero en discordia. Consideran que en octubre el líder de ECO se verá beneficiado por la fuga de votos que sufrirá el cristinismo. Pero calculan que eso no le alcanzará a Lousteau para lograr el triunfo que le permita convertirse en el sucesor cantado del actual jefe de gobierno.
La decisión de confrontación directa contra todo lo que representan Cristina y sus incondicionales parece conllevar beneficios inmediatos, pero nadie puede vaticinar sus efectos a mediano y largo plazo. Para empezar, la línea que separa la eventual victoria de la posible derrota es muy delgada. Tanto como el resultado final de las elecciones presidenciales de 2015. Para seguir, el cambio de rumbo está desnaturalizando lo que Peña entendía hasta hace poco como la esencia de Pro: más "budista" que "combativa".
Los que analizan la política más allá de las encuestas de ocasión saben que cuando un gobierno en ejercicio endurece su discurso, termina agrandando y expandiendo el arco opositor. El primer efecto real se verá la semana que viene en Diputados. El bloque del Frente para la Victoria no podrá sumar a otros en su intención de discutir el problema docente en el recinto, pero sus diputados se terminarán sumando a una iniciativa idéntica del bloque del Frente Renovador. La dinámica de la agenda política volverá a quedar en manos de la oposición, y los sindicatos docentes recuperarán el aire que les venía faltando desde la semana pasada. El otro riesgo es peor: que de tanto inflar a Cristina la terminen transformando en ganadora y candidata inevitable para las presidenciales de 2019.