(Columna publicada en Diario La Nación) El presidente Mauricio Macri tiene un grave problema: pretende imponer un cambio cultural profundo en tiempo récord. Y lo quiere hacer con buenas maneras, pero demasiado rápido. Casi sin que se note. De una sola vez. Como si no existiera una masa crítica y activa que trabaja en contra de lo que el Presidente se propone. El cambio cultural profundo que quiere imponer Macri atraviesa casi todos los estadios de la vida social.
El de las tarifas es el más visible e impactante, pero no el único. Porque el Presidente y su equipo también deseaban modificar abruptamente, pero al mismo tiempo, de manera sutil, el estilo de hacer política "en el territorio". Su último ensayo se produjo en el barrio Garibaldi, de Mar del Plata, junto con la gobernadora María Eugenia Vidal. La idea original, que venían practicando en la campaña, era hasta hace 10 días "compartir" el espacio con "la gente" para acortar distancias y generar la sensación de "acercamiento". Como un ciudadano más, y no desde un gran escenario con atril, como hacía Cristina Fernández. Pero las agresiones verbales y los piedrazos y las patadas a la camioneta que transportaba al Presidente terminaron con la utopía de la "conversación" y colocaron a Macri, enseguida, en el lugar clásico de jefe del Estado. Esto es: desde el cambio de protocolo de seguridad hasta la colocación de vallas y la imposición de "la distancia mínima" que debe existir entre el titular del Poder Ejecutivo y quienes lo escuchan.
Los dirigentes de Pro más peronistas se lo dijeron a Macri con claridad. "Si nos corren por izquierda dos o tres tipos con piedras en la mano tenemos un doble problema: damos una imagen de mucha vulnerabilidad y corremos el riesgo de que no nos dejen hacer ningún acto político en la calle, con la posibilidad latente de un escrache." Con el desbarajuste de las tarifas, por más que ahora lo nieguen, pasó lo mismo. La idea "cultural" del tarifazo era, antes que nada, hacer entender a la mayoría de los argentinos que ni la luz, ni el gas, ni el agua, ni aquí ni en ninguna parte del mundo, son gratis. Pero en vez de lograr aquel noble objetivo, la implementación técnica del aumento generó la percepción de que Macri gobierna para los ricos, porque no le importan ni las pymes, ni los clubes de barrio, ni los consumidores que asimilaron la suba como una trompada en el estómago. Y encima el Presidente quedó varado en un escenario político adverso, donde los miembros de la Corte y parte de la oposición sacaron chapa de sensibles y atentos a las consecuencias sociales del "sinceramiento tarifario".
Macri, en un momento, se sintió demasiado solo. "¿No estaba la mayor parte del país de acuerdo en que los subsidios a las tarifas generan inflación y que la inflación es el impuesto más regresivo que existe?" "¿No está suficientemente claro que el populismo genera más atraso, más pobreza, menos trabajo, salud y educación de calidad?", se preguntó durante las últimas horas, todavía impactado por el fallo de la Corte. Evidentemente no. Para muchos, no está suficientemente claro. Y no es el único efecto no deseado de sus decisiones. Porque ahora tiene que cargar, además, con el sambenito de no haber convocado a una audiencia pública, algo que Vidal sí se preocupó de hacer, a un costo mínimo y de manera casi silenciosa.
¿Y qué decir de la decisión innovadora de pedirle la renuncia "preventiva" al titular de la Aduana, Juan José Gómez Centurión? Se suponía que Macri lo había puesto ahí para terminar con la mafia de los contenedores y los pícaros que dejaban ingresar al país "elefantes" por avión, barco y cualquier otro medio de transporte. Parecía que estaba claro que entre los riesgos que podía correr Gómez Centurión uno era que le hicieran una cama de alto impacto en los medios, pero de nulo valor judicial. ¿Era necesario apartarlo del cargo tan rápido y de la manera en que se lo hizo? ¿No deja lugar a la suposición de que detrás de los audios medio berretas y editados podría haber algo más? El héroe de Malvinas y ex carapintada que participó de los levantamientos de Semana Santa y Monte Caseros me dijo que no se iba a detener hasta lograr, cuanto antes y de manera contundente, un fallo que pruebe su completa inocencia para luego exigir su inmediato retorno al cargo. Pero ¿cuánto tiempo real podrían demorar el fiscal Guillermo Marijuan y el juez Ariel Lijo en esclarecer la denuncia contra el ex funcionario?
"Mauricio tomó una excelente decisión hacia fuera de la administración. Le volvió a transmitir a la sociedad que no somos iguales que José López, Lázaro Báez, Amado Boudou y Cristina Fernández. Que ante la más mínima duda, en especial en un área tan sospechada de corrupción como la Aduana, no dudamos en mandar el asunto a la Justicia", me dijo alguien muy cercano a Macri. Sin embargo, hacia dentro del Gobierno fue una pésima noticia: a partir de ahora, cualquiera al que se lo invite a participar de la función pública lo va a pensar dos veces. Muchos, en Cambiemos, piensan que la de Macri fue una reacción "naíf". Otros interpretan que aprovechó para sacarse de encima a un tipo "conflictivo" y de "carácter embromado", pero que lo hizo por las razones equivocadas. Funcionarios muy cercanos al Presidente volvieron a usar el "círculo rojo" para justificar y argumentar esta controvertida decisión. "¿No nos pedían acaso una fuerte señal de honestidad, transparencia y tolerancia cero frente a los hechos de corrupción?" El Presidente parece un poco cansado de que lo corran "por izquierda, por derecha, por el centro y por los márgenes". Por eso, para explicar por qué no reaccionan, por ejemplo, ante las operaciones de prensa de los empleados del canal de Cristóbal López, los voceros oficiales afirman: "Nosotros no perseguimos periodistas. Pueden escribir y decir lo que quieran, cuando quieran y como quieran". Tarde o temprano, confían, la mayoría de los votantes se va a dar cuenta de que "vinimos para ayudar a construir un país mejor".
¿Alcanzará esa actitud zen para contrarrestar la maquinaria de quienes trabajan para erosionar la gobernabilidad de una administración que todavía no lleva un año? ¿Será suficiente con repetir el eslogan de pobreza cero? ¿No deberían los comunicadores del Gobierno explicar en detalle, una y otra vez, hacia dónde desean llevar a la sociedad mientras pagamos la fiesta y el despilfarro que generaron 12 años de administraciones altamente ineficientes y corruptas? Para sentar las bases de un cambio cultural profundo no parece suficiente demostrar lo lejos que Cambiemos se encuentra del Frente para la Victoria. El oficialismo debería incluir también los datos de hacia dónde se dirigen los sueños y las utopías de este nuevo proyecto. Macri está convencido. Pero algunos de sus hombres más cercanos no lo están. O no lo transmiten con el debido entusiasmo.