El gobierno nacional, y el de la provincia de Buenos Aires, tienen un problema: cómo aplicar restricciones ante la nueva ola de contagios cuándo su autoridad está puesta en discusión. La Ciudad de Buenos Aires, en menor medida, también. Pero los gobiernos de Alberto Fernández y de Axel Kicillof todavía más: atravesados por los vacunatorios VIP y la vacuna militante, por el hartazgo social y una política sanitaria por lo menos, deficitaria.

¿Cómo piensan hacer efectiva las medidas que tienen pensadas? No dejaron macana sin hacer. La última, en la provincia, fue la denuncia que involucra a 39 altos funcionarios de IOMA. La mayoría de ellos integrantes de La Cámpora, vacunados VIP por obra y gracia de su cercanía al poder. Pero podríamos estar toda la mañana recordando hechos bochornosos. Desde la aparición del Presidente junto, en un asado, en la quinta de Olivos, de Hugo Moyano, su esposa, y sus hijos Pablo y Gerónimo, hasta las vacunas que les fueron a llevar al expresidente Eduardo Duhalde, su esposa Chiche, y sus dos hijas, hasta la casa. Desde la desorganización del velatorio de Diego Armando Maradona hasta el ataque del ministro Daniel Gollán a la ciudad de Buenos Aires, a la que señaló en un mapa como la gran propagadora del virus, con una mala leche y una ignorancia difíciles de encontrar en la Argentina y en el mundo. Y, como si esto fuera poco, ya sabemos que la receta oficial para detener al virus, la que aplicaron cuando todavía gozaban de credibilidad y podían ejercer el poder casi sin oposición, llevó la economía a un pozo ciego. De manera que para aplicar medidas restrictivas que a la vez puedan resultar efectivas deberían deconstruirse y empezar todo de nuevo. Más testeos y menos prohiciones al divino botón. Más inteligencia y menos politiquería barata. Pero todo parece indicar que sería más de lo mismo: Kicillof, insitiendo con la idea de cerrar todo; la ciudad haciendo malabares entre la fuerte presión social por no cerrar y hacer cumplir las medidas de aislamiento básicas, y el presidente Alberto Fernández, todavía convaleciente, cascoteado por las obsesiones de su vicepresidenta, tratando de patear las elecciones para llegar al voto vacuna, antes de que la confianza social se termine de derrumbar.

Columna de Luis Majul en Radio Rivadavia el 6 de abril de 2021