Mauricio Macri y Juntos por el Cambio quedaron a mitad de camino. No pudieron instalar, por la vía del convencimiento, un cambio cultural. No lograron estabilizar ni hacer crecer la economía. Los avances en las investigaciones de los escandalosos casos de corrupción son mínimos y dependen, ya no de un sistema transparente, sino de la voluntad de los jueces.

Pero los cuatro años de gobierno, y el último tramo de la campaña electoral, sirvieron para que miles y miles de ciudadanos de a pie, con un teléfono móvil y una mínima capacidad de organización, se expresen libremente y llamen la atención a la prepotencia del oficialismo.

Ahora, los dirigentes más lúcidos de la oposición, están empezando a entender qué se necesita para volver al poder: la mayor cantidad de votos en los lugares donde el peronismo arrasa. En La Matanza, Lomas de Zamora, en Merlo, en Moreno, en José C Paz, en Avellaneda, en Quilmes y cada uno de los distritos con miles y miles de votos.

Ayer, Esteban Bulrich, el último no peronista que le ganó a Cristina Fernández en la provincia, reconoció dos cosas. Una: que todavía no se llegó con verdadera fuerza competitiva al corazón del conurbano profundo. Y dos: que hay que cambiar el sistema electoral para evitar el fraude. Mientras tanto, intentan convencer a María Eugenia Vidal para que sea la primera candidata a diputada nacional, el año que viene. No es que ya hayan vuelto, de repente, peronistas. Es que están siendo arrastrados por ciudadanos que no toleran más la prepotencia y el discurso del oficialismo, en medio de una economía cada vez peor.

Columna de Luis Majul en CNN Radio