Un día antes nos dijeron que la navegación por el lago no estaba asegurada. El incendio en un sector del Parque Nacional Los Alerces ponía en riesgo todas las excursiones y travesías turísticas. La explicación era que la totalidad de las dotaciones de guardaparques estarían en servicio de la emergencia y de los bomberos. Los focos de fuego generaban nubes de humo muy altas que se veían desde lejos, y el aire oscuro y con cenizas llegaba hasta la ciudad de Esquel.
En la ciudad se percibía la preocupación y la inquietud por el incendio. Era el comentario obligado en los centros de información turística, en los bares y hasta en la estación de servicio: "¿pudieron llegar hasta el lago?", me consultó preocupado el joven que me cargó nafta en el auto.
Incluso muchos se referían a la tristeza que les provocaba el hecho. No era la primera vez. El verano pasado, y también el anterior, se habían repetido incendios en diferentes zonas del parque. Y aunque las noticias indicaban que habría sido intencional, el dato más grave surgía del marcado aumento de la temperatura (récord en el verano 2024) y la sequía en el bosque, que aumentaba la vulnerabilidad de la vegetación ante el fuego. El incendio se sabe cuando empieza pero no cuando termina, explican con amargura los expertos. O sí se sabe: cuando finalmente llega la lluvia.
En Esquel, los locales no ocultan su orgullo con relación al Parque Nacional Los Alerces, que se ubica a menos de 40 kilómetros de la ciudad chubutense. Y es entendible. Es uno de los lugares de naturaleza más imponentes e impactantes del país. Altas montañas, lagos de una belleza increíble, playas, e inmensas zonas aisladas de bosques andinos y selva valdiviana, prácticamente virgen. Un lugar para preservar, proteger, y por supuesto, para intentar descubrir.
Finalmente la travesía se pudo hacer. Porque el incendio estaba bastante lejos del lugar de salida del barco que era en el Puerto Chuncao. El Parque Nacional Los Alerces tiene casi 260 mil hectáreas, y los focos de fuego estaban ubicados en la Bahía Rosales. En la ruta para llegar al puerto fue posible observar las camionetas de emergencias que pasaban a toda velocidad e incluso los helicópteros que llevaban a los brigadistas para combatir el fuego.
Lejos de los incendios
La navegación por el Lago Menéndez comenzó a horario, y tal como nos habían explicado, al poco tiempo ya estábamos lejos de la nube de humo y de los focos de incendio, que habían quedado del otro lado de los picos.
Desde el inicio de la travesía fue posible admirar los paisajes y la naturaleza imponente sobre las montañas, y el verde profundo de los árboles y de la espesa vegetación andina. El destino del barco era la zona de los alerzales, con el objetivo de llegar al rincón del árbol milenario. Un alerce que tiene 2600 años y que a lo largo de todo ese tiempo ha crecido de manera lenta y tranquila muy cerca de la costa del lago. Cuentan que por su tronco imperfecto, el árbol se salvó de los hacheros que en la década del 30, antes de la creación del parque nacional, derribaron casi la totalidad de los alerces de la zona para hacer tejuelas de madera.
Para tocar el alerce milenario y recorrer la zona de selva valdiviana que lo rodea, fue necesario luchar contra innumerables tábanos que perseguían al contingente de manera insistente. La gorra para sol fue el elemento ideal para espantarlos e incluso para alejar a una avispa tipo africana que merodeaba el lugar. Al margen de estos insectos, uno de los animales más característicos de la zona es el Pudú, un pequeño ciervo (del tamaño de un perro), que según dicen a veces se deja ver ante los grupos de excursionistas que llegan para ver el árbol abuelo.
Pero aún faltaba lo mejor del recorrido. De regreso, y como ya sabíamos, el barco bordearía la montaña que conserva el Glaciar Torrecillas. Desde el lago y al pie de la montaña, allá en lo alto a 2253 metros estaba la majestuosa masa de hielo. Colgada o encajonada en el pedestal montañoso, ofrecía un cuadro único y colosal. Su imponente cara sur conserva su formación glaciaria, mientras que en su punto superior se forma un ventisquero y una laguna.
En ese momento, cuando estaba allí para admirarlo, me comentaron un dato que me sorprendió. El Torrecillas posee una antigüedad de entre 12 mil y 24 mil años, ya que existe desde la última glaciación. Porque al igual que todos los otros glaciares, el Torrecillas es un fragmento de hielo que se mantiene en ese estado desde la última vez que la Tierra estuvo en gran parte congelada. Cabe recordar que el planeta Tierra ya tuvo varias glaciaciones y ocurren cada vez que por un cambio orbital, se corrige levemente el eje de la Tierra.
Glaciar impactante
Comprendí que el glaciar que tenía frente a mis ojos conformaba la memoria del planeta. Y reflejaba un período complicado para los seres humanos. Porque en la última glaciación ya existían los seres humanos tal como son los actuales. Y fue la etapa en la que muchas especies cercanas desaparecieron, como los neanderthales, por no poder superar las dificultades del frío extremo. Los seres humanos, con sus herramientas y su capacidad de asociación, lograron superar esos obstáculos, y aquí estamos para contarlo.
El Torrecillas estaba allí para ser prueba de la historia de nuestro planeta. Y para dejar señales sobre la importancia de la naturaleza, y la pequeñez del ser humano en el contexto planetario.
¿Por qué son tan importantes los glaciares?
En Argentina, la importancia de los glaciares es innegable, ya que existen 16.968 cuerpos de hielo que ocupan 8.484 km². Estos glaciares cordilleranos son reservas estratégicas de agua, que contribuyen al caudal de los ríos andinos y minimizan el impacto de las sequías.
Para ampliar la idea: el 75% del agua dulce del mundo se encuentra en los glaciares. Y a su vez, son reserva en las sequías. Porque sobre los glaciares se conserva por meses la nieve y el hielo del invierno, que son clave para regar ríos y bosques cuando hay sequía o altas temperaturas en verano.
El estudio del Glaciar Torrecillas ha sido fundamental en el marco del mapeo de glaciares. Mediante fotografías y tomas aéreas, se han observado modificaciones a lo largo del tiempo, lo que lo convierte en un elemento relevante para el estudio del cambio climático. Su ubicación geográfica y su información lo hacen invaluable en el paisaje de bosque andino patagónico y selva valdiviana.
Este tesoro natural se encuentra amenazado por el calentamiento global, lo que pone en peligro su existencia como reserva estratégica de agua.
Por eso hoy más que nunca es necesario defender a los glaciares, y evitar que se derogue la ley que los protege de industrias invasivas como la de la minería.
Al finalizar el recorrido, otra vez nos encontramos con la nube de humo, por encima de la postal de naturaleza gloriosa. Contra las llamas estaban los brigadistas. Que de alguna manera nos representaban a todos, en una lucha cuerpo a cuerpo para preservar la naturaleza, la memoria del planeta, y por supuesto a nosotros mismos, los seres humanos.