Está siempre allí, a la vista de todos, la mayoría de las noches de nuestras vidas. Y aunque está más lejos en distancia que cualquier otro rincón de nuestro planeta, está más presente que nada en el mundo, y es la testigo exclusiva de todos los actos nocturnos de los seres humanos. Es la luna, por supuesto. El satélite natural del planeta Tierra, cuya fuerza de gravedad impacta en el movimiento de los océanos, y por lo tanto en el curso de toda la vida.

Si se tiene en cuenta que el planeta Tierra es azul por el agua de sus océanos, y que esas inmensas extensiones superficiales líquidas son determinantes de la vida, entonces la luna como causa del movimiento de los océanos, también es un factor clave de las estaciones y de las existencia de todas las especies.

Sin luna a la vista, las mareas serían extremas y pronunciadas, y a su vez la actividad sísmica se multiplicaría, ya que la luna también tiene efectos sobre el interior del planeta. Por lo tanto sin luna la vida no existiría o sería muy diferente a como la conocemos, con un mar mucho más embravecido y más terremotos y volcanes en erupción.

Y si pese a ese escenario adverso, igual triunfase la vida, esa vida sin luna ofrecería noches más tristes y apagadas, que las plateadas que conocemos gracias a nuestra querida luna.

Cuando el hombre llegó hasta allí yo aún no había nacido. Faltaba poco tiempo pero aún no estaba por aquí. A lo largo de mi vida siempre escuché con gran interés y curiosidad los recuerdos de aquellos que observaron sorprendidos por la televisión, la llegada de un ser humano a la superficie lunar. En particular recuerdo la crónica de mi tía Teté, quien muchas veces me relató con detalle y emoción, cómo observó a través de una televisión en blanco y negro en un restaurante de una Mar del Plata lluviosa, el primer paso de Neil Amstrong en el suelo del satélite blanco.

Recuerdos y sueños lunares

"Es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad", dijo Neil Amstrong al hacer ese primer envión hacia el regolito lunar (polvillo superficial). Su afirmación quedó sellada para la historia y aún su afirmación tiene plena vigencia.

Uno de los que aún se ocupa de recordar todos los años la proeza del fallecido (en 2012) Amstrong es Buzz Aldrin. "Nunca olvidaremos sus palabras cuando dio esos pasos gigantes. Fue un privilegio y un honor servir con él", dijo Aldrin desde su cuenta de Twitter el pasado 5 de agosto, aniversario del nacimiento de Amstrong.

El ex astronauta y tripulante de aquella grandiosa expedición tiene actualmente 92 años (en 2022), y desde esa red social ofrece de manera periódica datos sobre los avances de la astronáutica, y a su vez reflexiones sobre el espacio exterior impactante. "Uno no tiene que viajar a la luna para ver algunas vistas verdaderamente asombrosas", dijo Aldrin el pasado 27 de julio sobre una lluvia de meteoritos que se hizo visible en el cielo, y publicó foto.

Aldrin (como piloto del módulo de aterrizaje y segundo caminante lunar), Amstrong (el primero que descendió en la luna) y Michael Collins (al mando de la nave que orbitó para esperar el regreso del módulo de aterrizaje) fueron los tres protagonistas de esa aventura hacia el satélite y que tenía objetivos claros: alunizar, caminar por la superficie y volver con los tres a salvo. Y lo cumplieron: el alunizaje del Apollo XI fue el 20 de julio de 1969. Cuando ese hecho histórico ocurrió habían pasado unos pocos años del discurso del presidente John F Kennedy, en el que anunció el inició de una empresa que logre llevar a un grupo de seres humanos hasta la superficie lunar y que puedan luego regresar sanos a la Tierra.

Aunque hoy la tecnología nos hace pensar en el inmenso poder de los seres humanos, se debe decir que aquella expedición fue una verdadera aventura que claramente podía salir mal. Hace unos años en un viaje a Estados Unidos pude apreciar en el Museo Aeroespacial de Washington, un módulo igual al que llegó a la luna: uno como el Eagle, que luego se abandonó en el espacio. Mi conclusión al verlo fue clara. Era una pequeña y frágil cáscara metálica, una insignificante cápsula cubierta con papel de aluminio, que milagrosamente logró posarse en la superficie lunar para luego volver a despegar y llevar sanos a los astronautas a la otra nave.

Fueron seis las expediciones lunares que se hicieron en ese período, y 11 los seres humanos que pisaron la superficie del satélite de la tierra. El último astronauta, Eugene Cernan, lo hizo en 1972 en la expedición Apolo XVII, hace exactamente 50 años.

Todavía hoy con los significativos avances técnicos de las últimas décadas, poner a un hombre sobre la luna es una empresa muy cara y extremadamente arriesgada. Pero el hombre lo volverá a hacer. Y es una verdadera alegría para mí.

El nuevo programa se llama Artemis y ya está en preparación porque se iniciará en 2023, tal como anunció la NASA. Por supuesto será una empresa muy diferente a la de hace cincuenta años, con todos los avances de la ciencia aeroespacial al servicio del proyecto. Tal como indicaron serán tres expediciones en tres años. Dos no tripuladas y la última (Artemis III) con un equipo a bordo para volver a poner los pies sobre la superficie blanca, e instalar una base. ¿Veremos en algunos años un grupo de personas instaladas allí? ¿Podrán vivir en ese ámbito enfundados en esos trajes, sin cielo celeste y con un sol de luz directa?

De todos los detalles de Artemis que informaron, hay uno que me llamó la atención en mayor medida. En una de las expediciones no tripuladas enviarán un maniquí con un traje de astronauta que en su exterior tendrá miles de sensores. Estos tienen una utilidad concreta: verificar el nivel de radiación que podría recibir el astronauta en viaje espacial en camino hacia la luna.

La búsqueda responde a las necesidades de esta misión, pero también a las que pueden venir luego de Artemis. ¿Será Marte el próximo destino espacial por venir? Cabe recordar que la exposición a la radiación solar, con sus efectos negativos en la salud, es uno de los puntos débiles para los astronautas en un largo recorrido espacial, como uno hacia marte, de varios meses o años a bordo.

Artemis será una nueva aventura para toda la humanidad. Una expedición estratégica que puede definir las posibilidades de la carrera espacial hacia otros confines. Pero ante todo será volver después de 50 años a la superficie de nuestra querida Luna. Volveremos para estar allí, y también para descubrir si somos capaces y aptos para llegar a otros planetas. Fascinante.

Por Sebastián Di Domenica