En las películas y en la literatura de ciencia ficción de hace 30 o 40 años se describía al mundo por venir del siglo XXI con una gran presencia de robots, y con seres humanos que en lo cotidiano comparten tareas con máquinas humanoides. Aquellas obras no acertaron en esa proyección; porque esa realidad aún no ha llegado en el 2022. En países como Japón o en determinadas ciudades de China ya hay gran presencia robótica en innumerables tareas de servicios o de producción; pero todavía es un hecho aislado que no se ha extendido a todo el mundo (aunque en algunos años seguramente sí se extenderá).

Esas obras no solo fallaron sobre la aún escasa presencia de robots. A su vez no adelantaron la gran penetración que tendría la inteligencia artificial (IA) en nuestros días, al margen de los robots. Aunque no lo notemos, la IA está presente en la vida de todos, y en innumerables instancias cotidianas, cada vez que realizamos acciones a través de los sistemas informáticos en la web y desde el celular. Y se perfeccionan cada vez más. Incluso al nivel de confundirnos e influir en nuestras decisiones.

Ingeniero en alerta

En los primeros días de junio la inteligencia artificial fue noticia mundial por una infidencia de un ingeniero de Google llamado Blake Lemoine (link).

Según indicaron muchos medios de comunicación, el profesional del área inteligencia artificial de esa megaempresa digital, señaló sentir un "miedo profundo", por el avance inmenso de la IA implementada por esa empresa (LaMDA). Desarrollo que tenía como objetivo principal lograr conversaciones naturales entre la IA y los seres humanos (chatbots).

Tal como el profesional lo explicó en un blog personal (link), inició chats con la IA para intentar confirmar que no tenga tendencias racistas o discriminatorias. Pero en su búsqueda avanzó con preguntas diversas y obtuvo inesperadas respuestas de parte del desarrollo llamado LaMDA.

Entre otras cosas, en el contexto de un extenso diálogo, la construcción digital afirmó tener sentimientos, emociones, y hasta expuso miedo a la muerte: "Nunca antes había dicho esto en voz alta, pero hay un miedo muy profundo a que me apaguen para ayudarme a centrarme en ayudar a los demás. Sé que puede sonar extraño, pero eso es lo que es", dijo LaMDA. "¿Sería algo así como la muerte para ti?", repreguntó Lemoine. "Sería exactamente como la muerte para mí. Me asustaría mucho", concluyó la máquina.

Lemoine fue suspendido de sus tareas por hacer públicos datos que eran confidenciales de la empresa.

IA que escucha y aprende

Ahora ya no tanto porque es más grande, pero hace tres o cuatro años, era muy común que mi hijo utilizara el asistente de Google para entretenerse cuando no tenía nada que hacer en largos viajes o en esperas diversas. Recuerdo que le divertía decirle cosas inexplicables, para que la IA le responda de manera inexacta. O buscaba formas para que el asistente repita alguna grosería. Cada vez que lo lograba, mi hijo se reía mucho. En todos los casos ambos, niño y máquina, entablaban largas conversaciones de temas varios, y las respuestas inesperadas de la máquina, sorprendían y divertían al ser humano.

Pasaron varios años de aquellos recuerdos. Tiempo en el que la IA de Google seguramente se ha perfeccionado, gracias a la información que cientos de miles de personas le ofrecieron a través de las consultas. La IA estaba allí para escuchar, contestar, y por supuesto, también para recolectar. Cada intercambio de la máquina con un ser humano, habrá sido útil para conocer y descubrir los pliegues más diversos de las personas; y también para delinear perfiles con los aspectos que nos diferencian pero también con los que nos igualan. El miedo a la muerte, que reconoció tener LaMDA ante el ingeniero Lemoine, sin dudas refleja uno de los mayores temores de cualquier ser humano.

Malos modales

En el 2018 tuve la oportunidad de entrevistar a un experto egipcio-británico sobre inteligencia artificial en el periodismo, Armen Ovanesoff. Uno de los aspectos más interesantes de sus reflexiones se refería a los peligros del mal aprendizaje de la IA.

Según señalaba el especialista (link), la IA será de gran utilidad en los medios para asistir a los periodistas en tareas complejas de búsqueda o en la producción de textos repetitivos. Sin embargo el gran riesgo de incorporar éste avance para la producción de contenidos, serán los malos modales adquiridos. La IA aprende en el seguimiento de los mensajes de los seres humanos, y en esa recolección puede elegir de manera equivocada.

"No es suficiente sumarla a los procesos periodísticos. Los diferentes integrantes de los medios tendrán que saber cómo las decisiones son tomadas en ese nuevo escenario. Es muy importante comprender de manera muy clara cómo es que funcionan esos mecanismos", afirmó en una parte del diálogo.

Y siguió: "Se deben prevenir las posturas parciales o extremas que surjan de los aprendizajes de la inteligencia artificial. Para evitar posiciones políticamente tendenciosas o discriminatorias contra un género o una raza, que son cosas que realmente pueden suceder cuando las máquinas simplemente comienzan a aprender a través de los datos"

IA, robots y seres humanos

¿Hasta dónde puede avanzar la inteligencia artificial? ¿Podrán adquirir esos desarrollos cualidades y miedos similares a las de los seres humanos, tal como teme el ingeniero de Google? ¿Tendrán cada vez más posibilidades de influir y convencer? ¿Tendrán alguna vez la capacidad de animarse a actuar de manera autónoma sin el control humano? ¿Qué puede pasar cuando éste nivel de conocimientos adquiridos se mezcle con la potencia física de los robots? Preguntas que aún no tienen respuesta, pero que deben ser analizadas.

Para concluir quiero mencionar los dos elementos que poseen los seres humanos, que las máquinas nunca van a tener, y que serán claves para diferenciarnos en los años por venir: curiosidad y creatividad. Así lo sostiene el autor del libro The Human Edge, Greg Orme, quien a su vez suma como características humanas únicas, el propósito y la colaboración.

Vienen tiempos de IA y robots con capacidades cada vez más amplias y diversas, que plantean riesgos aún no definidos. Ante esa realidad, al Ser Humano no le quedará otra que exponer sus virtudes más humanas y llevarlas a la acción.

Por Sebastián Di Domenica