Es extraño como, entre tantas lecturas recomendadas y películas en pleno confinamiento de la peste, a nadie se le ocurrió mencionarlo. Cómo, entre tantas galerías fotográficas de animales que toman las ciudades, con la humanidad replegada en sus casas, a ningún periodista lector le brilló la lamparita, buscó en su biblioteca y encontró la obra. Lo llamaron uno de los experimentos mentales más importantes de nuestro tiempo. Y también “Un libro clave para una especie que está jugando con su propio destino”.

Básicamente en el 2007, Alan Weisman, profesor de periodismo en la Universidad de Arizona, y colaborador en Los Angeles Times, se preguntó: ¿qué pasaría si el hombre desaparece? Es decir, qué pasaría con todo lo que nos rodea si, simplemente, de un día para el otro, voilá: no más humanidad. La pregunta lo llevó a uno de los viajes intelectuales más fascinantes y ahora, más palpables, de la los últimos tiempos. Porque, ¿qué pasaría con el agujero de ozono? ¿Con las especies amenazadas de extinción? ¿Qué pasaría con las obras de arte originales en bóvedas de seguridad? ¿Y qué con los ríos, el clima? ¿Qué sería, en término de erosión, lo último de la creación humana que se extinguiría para siempre?

“El mundo sin nosotros”, de Alan Weisman se responde todo eso y no se puede dejar de leer. Ciudades inundadas –el metro de Nueva York cubierto de agua en dos días-, reactores nucleares que empiezan a fallar a los 7 días, los puentes derrumbados a los 300 años, mil millones de pájaros que, al año, dejarían de morir a causa de las luces artificiales de las torres y cables eléctricos. Los gatos –nuestros michifús que atiborramos ahora, de aburridos en el encierro, de fotos para la red- se vuelven salvajes, fieros, y se comen a otros depredadores. Y, por otro lado, desaparecen las cucarachas y las ratas –por decir así, nuestros aliados alimenticios-. El agujero de ozono se cierra. Las estatuas de bronce, pasados 10 millones de años, aún siguen en pie. Es decir, un lugar fenomenal.  

Es fascinante: hay especies de pájaros que, si dejamos de existir, ni se enteran. Pero a la gran mayoría, lo viviría como una fiesta. 

Para saber cómo es el mundo sin nosotros, Weisman, también rastreó aquellos lugares vírgenes, esos bosques antiquísimos que no sólo están a salvo de la intromisión humana, si no que sus especies hablan del tiempo de paz y armonía antes que el hombre pisara la tierra y lo estropeara todo. ¿Quiere una lectura de cuarentena? Lea el libro de Weisman. 

Y hagamos algo, de una vez por todas, por mínimo que sea con nuestras vidas y nuestro planeta, para que millones de especies cambien de parecer y no quieran que borrarnos de la faz de la Tierra.   

La página 17 de su libro parece salida de Nostradamus: “imaginemos un mundo del que súbitamente hemos desaparecido. Mañana mismo… Imaginemos que un virus que ataca única y específicamente al Homo sapiens –sea de origen natural, sea el producto de una diabólica nanoingeniería- nos quita de en medio, pero deja intacto todo lo demás”. Un visionario.