No hubo –ni quizás habrá- otro adminículo sobre el cual se haya innovado tanto en tan poco tiempo como el barbijo. Hay de colores flúo, customizados, con dibujitos, con emojis y estilo lúdico con mandíbula de lobo feroz. Y días atrás se supo de dos emprendedores –argentinos obvio- que desembolsaron dos millones de pesos y crearon: The Micro Mask –viene con 10 filtros que duran 10 días cada uno-. Pero lo más importante de todo es esto: tienen onda.  Hay modelos para hombre, mujer y niño. Te los mandan, claro, a tu casa.

Perdidos por perdidos, los emprendedores buscan salir del naufragio de la peste con lo que tienen a mano. E inyectar la nota al pie de lo fashion en mascarillas que, parece, llegaron para quedarse. 

Las celebrities posan en redes con modelos únicos y trending topic. Y hasta el mismísimo Louis Vuitton diseñó su propio modelo de barbijo que parece, en verdad, un retazo de cartera tapándote la nariz.  

La intrepidez no tiene temporada baja. Y la gente, que siempre busca lo diferente, y en tiempos de peste y negocios cerrados, no tiene en qué gastar su dinero. Ahí tiene el barbijo y su infinita gama de posibilidades: negro, con salidas de aire, estampados, ilustrados, rojo bermellón y hasta escocés. No sea cosa que alguien lo vea con el barbijo blanco, y piense que usted se toma la enfermedad en serio. Y sobre todo, concluya que, para usted la onda, aún cuando las papas queman, no es un bien de primera necesidad.