Nadie, hasta hoy, lo ha tildado de machirulo. Nadie lo ha puesto en la lista negra de los maltratadores. Ni los misóginos. Nadie, al menos por ahora, ha dicho que su pensamiento es machista, retrógado y hasta incitador a la violencia doméstica. Pero así están las cosas. Y, por lo visto, el escritor Charles Bukowksi (1920-1994) viene pasando la ola del reclamo de género, sumergido en el anonimato –apenas algunos chispazos de mujeres que debaten en la red si se puede ser su fan y ser feminista a la vez-.

Bukowski se hizo desde chico a las piñas: su padre le daba cinturonazos, sus compañeros de escuela eran unos cretinos, y de adolescente era una gran cara llena de granos. Hasta su abuela contaba que de bebé una vez le dio una piña desde la cuna.

Se desenvolvió como pudo. Tuvo toda clase de trabajos desde cartero hasta empleado de súper. Y bebió y bebió. Se internaba en los bares y se pasaba días enteros allí. Y muchas veces, terminaba, para recordar viejas épocas, a las trompadas. También iba a las carreras. Apostaba más de la cuenta y nunca podía ahorrar nada.

Su vida sentimental era un desastre. Salía más con prostitutas de lo que noviaba con mujeres. Y decía que un trasero no podía valer más de 50 dólares. Y que si alguien elegía amar, que se amara a sí mismo. Sus títulos, hoy en día, serían un escándalo: a un libro de cuentos lo llamó “La máquina de follar”.

En sus cuentos y en sus novelas, las mujeres siempre gritan. Y él les grita más fuerte –hay un video donde hasta le da una patada a la madre de su hija-. A veces se arrojan cosas y el asunto nunca termina bien. Bukowski pasaba cada dos por tres, encerrado en la comisaría. Y, cuando era célebre –la fama de escritor le agarró tarde-, le llegaban tanto cartas elogiosas como gente que lo acusaba de incitar a la violencia y la degradación.

Pero él era mucho más que eso. Nadie como Bukowski supo retratar con tanta genialidad la clase de animalito en que se transforma el hombre cuando desbarranca. Nadie supo poner en palabras con tanta maestría la peripecia descendente del machirulo que cae en picada.

Murió a los 73 años de leucemia. Y la gente aún se sigue preguntando si Buk era misógino. O simplemente era que odiaba al mundo en general. Desde esta columna, nos inclinamos por una tercera opción: Buk era un hombre brutalmente honesto.