En tren por ponerle onda y que la gente lea sus notas, el periodismo escrito ya no sabe qué hacer. Ha probado de todo. Hasta filmar a sus propios periodistas, con videos normalmente espantosos. No porque uno escriba bien significa que hablará bien o tendrá un aspecto digno y presentable en público. Los periodistas gráficos siempre hemos sido el último orejón del tarro en términos de imagen.

Así que sólo le queda una cosa: apelar a la vieja herramienta de la palabra escrita para captar lectores. Es así que, en el último año, gracias a la disparada de notoriedad del sitio Infobae, se instaló un nuevo modo de titular los artículos. Yo lo llamo el titulador Chiche Gelblung. Ya no más apelación a la pirámide invertida, esa que indica que siempre lo más importante va al comienzo y luego decrece a medida que avanza al texto. Ahora, los títulos Chiche parecen más película de Hollywood que titular hecho y derecho de la vieja escuela.  Si la nota trata de un secuestro de dos hermanos, en lugar de poner “Secuestraron a dos hermanos de Castelar”. El nuevo titulador, para tunear su texto y hacerlo más marketinero dirá: “Quiénes son los dos hermanos raptados en una noche misteriosa en Castelar”. O: “La increíble historia de los hermanos que se han robado en Castelar”. Si River perdió dos a 0 ante un equipo pequeño y mínimo. Titularà: “El secreto detrás de la catastrófica derrota de River”. O irá aún más lejos: “Quién es la pelirroja que estuvo detrás de la catastrófica derrota de River”. Todo en pos de que usted, lector querido y requerido, dé un click al título y se digne a leer.

No está mal que el periodismo busque y rebusque en pos de mantenerse vivo, lo que confunde y degrada es enlazar la atención del lector a través de incógnitas que intrascendentes. No capta así al viejo lector interesado por informarse, ahora sólo capta al nuevo lector sólo interesado por lo anecdótico. Sólo se quiere quitar una duda y nada más. El viejo lector buscaba ampliar la información del título. El nuevo buscará sólo sacarse la intriga y ya.

Estamos creando los periodistas un lector monstruoso, insatisfecho y medio pavote. Que sólo quiere, más que informarse, sacarse una duda. Entendemos que, en su misión por sumar nueva gente al baile, el periodista ya no filtra ni siquiera a su propio público. Pero este lector así, con los años, no habrá título que capte su atención. Ni siquiera uno que diga: “Exclusivo: mañana por la tarde, anuncian llegada una nave extraterrestre.”