La noticia dio vuelta el mundo. La historia de un latino en Estados Unidos al que llamaban Diego B. que vivía hace 11 meses dentro de un coche. Le había salido todo mal: se quedó sin trabajo, se quedó sin chica y perdido por perdido, apostó a un billete de lotería. Y ganó 250 mil dólares. En la foto, Diego B. se llevaba ambos manos a la cara, los ojos acuosos, y declaraba: “La vida es rara. Pero no la cambiaría”. Y también decía: “Pienso que no merezco esto. Es una locura. Es un cambio de vida”.

Diego B. prometió que enviaría regalos navideños a su hijo. Y que donaría parte de su fortuna a parques nacionales. Hay un video viral donde se inclina de rodillas y, al escuchar la cifra de lo que ganaría con su Golden Ticket, en Iowa, Colorado, tiene un arrebato de éxtasis millonario. Tranquilo, Diego. No es para ser aguafiestas. Pero mucha gente antes que vos, tuvo la misma sensación al ganar millones en premio. Que haría esto y aquello. Y que, sobre todo, su vida cambiaría radicalmente. Y, es cierto, eso fue lo que sucedió. Al menos al comienzo. Un estudio en un puñado de universidades –Pittsburgh, Vanderbilt y Kentucky- concluyeron que el 80% de los ganadores de lotería, habían perdido todo a los diez años. ¿La razón? Malas inversiones. Dilapidación idiota. Endeudamiento y sobre todo, una sensación de que, con un millón adentro de la cuenta, sus vidas cambiarían.

Otro estudio en Oxford que rastreó el destino de 3 mil millonarios de lotería de los últimos 18 años, señaló que, lo primero que hace un ganador de lotería es comprarse una casa. El futuro de los ganadores está plagado de historias que, en pocos años, no sólo terminan perdiéndolo todo, además acaban endeudados, con divorcios millonarios, peleados con la familia, y en muchos casos, contrayendo vicios irremontables. O, en los peores casos, infartados. Y hasta quitándose la vida.

Ganar la lotería puede ser un subidón empalagoso para cualquiera. Los que supieron sortear el pico de insulina millonaria en sangre, y supieron administrar con sabiduría y sangre fría sus inversiones y hasta crearon emprendimientos propios estables, son los menos. La mayoría la conmoción y el viraje radical, los llevó a la ruina , el rodearse de malas compañías o el cumplir sus sueños caiga quien caiga.

El caso más famoso es el de Billy Harrell que en 1997 ganó 31 millones de dólares. Se compró siete casas. Amontó autos de alta gama en los garajes de cada una de ellas. Endulzó a amigos. Y, para cumplir un puñado de sus sueños, se divorció de su señora por un platal. No pasaron dos años que, de nuevo en la ruina, Billy decidió quitarse la vida.

Es cierto, la lotería cambia la vida Diego B. Pero no siempre como uno espera.