Mama mía: a Dios gracias que el legendario actor Rocco Siffredi nació en Italia y no en la Argentina porque, de ser así, sumaríamos escándalo tras escándalo, guerra tras guerra. Rocco sería el hombre menos indicado en el lugar menos favorable.

Mientras las feministas rastrean y rastrillan indicios en la filmografía argentina que den pautas de cómo el hombre las trató como objetos sexuales –hasta ahora, Olmedo y Porcel son los que más caen en la volteada-, no hace falta buscar mucho en la filmografía de Rocco, apodado con razonable justicia el “semental italiano”.

Pues lo que él ha hecho a lo largo de su carrera fue precisamente eso: tratar a sus actrices como objetos sexuales.

Mal no le ha ido. Actuó en 690 películas y filmó otras 329. Todas XXX. Sus éxitos van desde sus primeros clásicos en el cine italiano para adultos “Una ragazza moito viziosa” y “Atrazione selvaggia” a la saga de 25 títulos de “True anal stories” y a la inesperada “Who fucks Rocco?”.

Le dieron el galardón AVN a mejor actor extranjero y también entró al salón de la fama de AVN, que es lo más alto que puede alcanzar un artista porno en este mundo. Mientras tanto, Netflix pone en primera plana el documental que lo tiene en el centro de escena, aún en acción pero detrás de cámaras.

Rocco ya tiene dos hijos. Es un hombre casado. Y un tipo maduro y de vuelta. Y ya, desde hace tiempo, retirado de las pistas –lo decidió a los 40 cuando tuvo los hijos-.

Está considerado el actor más animal de la historia. Para lograr realismo, abofeteaba actrices, las escupía y otras cosas irreproducibles en este espacio tan honorable. Y luego hizo de ese rasgo, un estilo que le llevó tanto reconocimiento que antes de contratar actrices, los productores le advertían: “Mira, que vas a tener tres días mínimo de recuperación después de esto”. Era duro conseguir mujeres que aceptaran filmar con él.

Pero claro, si viviera en la Argentina, lo arrojarían a la hoguera. Lo mandaría a vivir a la Isla Martín García. Los panelistas lo destrozarían, el Papa pediría que lo alojen en una prisión en el sur y el presidente diría que es la razón detrás de la crisis y la disparada del dólar. Rocco es simplemente demasiado para el inconsciente colectivo argentino. “Lo que vos llamás violencia, yo lllamo dolor con placer”dijo en una entrevista. “Yo me vuelvo exactamente lo que quiere la mujer. Me encanta dar. Soy muy generoso. Sólo acabo cuando veo que ellas lo hacen”.

Ya le han venido con planteos feministas y lo han denunciado de ser un actor abusivo, aún así Rocco insiste en que lo suyo es arte. Y que va más allá de lo que expresan las imágenes. “Visualmente, es violento. Cuando no entiendes esta clase de sexualidad, sólo ves violencia. Pero si lo entiendes, es un intercambio de placer, dolor y placer. A mí no me gusta tener relaciones sólo con mi pene. Me gusta usar todos los sentidos. Amo usar mi olfato, la saliva para mezclarme con la persona”.

Por supuesto, a Rocco lo acusan de ser misógino. De tratar a las mujeres como objetos. Y de reunir, en fin, todas las condiciones que las mujeres hoy en día consideran como un macho detestable. Pero él insiste en que no hay, de su parte, odio alguno. Ni enojo. Ni guerra de sexos. Es sólo un artista haciendo su trabajo. “Nada de esto trata de odiar a las mujeres o ver quién es más fuerte. Llevó 32 temporadas haciendo este negocio. Si odiara a las mujeres, estaría en un manicomio”.

Rocco, para mostrar su lado humano y de sentido común, envió peticiones a legisladores para sumar la educación sexual en las escuelas y cada vez que tiene conversaciones con adolescentes que miran sus películas les advierte: “El porno no es educativo. Tengan cuidado. Esto es fantasía. No imiten lo que ven en mis películas si uno de los dos no quiere hacerlo”.

En el fondo, Rocco guarda un corazón tierno. Si no, prueben con ver su documental. Gente sensible, abstenerse.