Como todo musulmán indignado con los aprietes y los prejuicios a hermanos y hermanas de Estados Unidos, yo también escribí artículos en contra de Trump. Le daba allí con todo. Le explicaba, creía yo, qué era el islam y por qué, en sí mismo, no es una religión conflictiva. Sin embargo, ahora que lo pienso bien, se me escapaba allí un detalle clave, como a tantos opositores, burladores y manifestadores anti Trump. Y creo que es hora de anunciarlo al mundo. Porque es tiempo de pensar distinto. Es tiempo de reivindicar a Trump.
¿Reivindicarlo? Ahora que acaba de conocerse el presupuesto donde quita de cobertura médica a millones de norteamericanos, donde da la espalda a medidas de protección ambiental, donde, en fin, se pasa todo por el traste excepto el objetivo de seguir invirtiendo en armamento. ¿A ese Trump, reivindicarlo? Sí, precisamente a él.
Sabe una cosa: el ser humano es un bicho muy raro. En lugar de unirse y acercarse a otro a través de afinidades y gustos, lo más normal es que decida sociabilizar, a través de enemigos en común. O adversidades que lo emparentan. Dirá: “Qué tiempo de mierda este”. Y el otro coincidirá y se sentirá afín. O: “Este Macri es un muñeco”. Y el que escucha percibirá que el odio del oro va en su misma dirección, y esto, creálo o no, crea lazos sociales muy fuertes.
Pero, como le decía, quiero reinvidicar a Trump, el presidente que más ha hecho por unir a las minorías del mundo. Trump ofreció su propio pellejo –su propia peluca roja- para que los gays y lesbianas, los latinos, los musulmanes, los pobres, y todo aquel que no sea norteamericano, lo odie profundamente. Esta red de ira y reclamo, está haciendo milagros: marchas donde, viejos rivales, entonan una misma canción. Medios, antes en las antípodas ideológicas, hoy fustigan a Trump con la misma pasión.
Por eso, es el momento de considerar a Trump cómo lo que verdaderamente es: el líder que unió los polos en una misma causa, que concilió lo irreconciliable en pos de un mismo grito. Porque, ya lo cantaba Morrisey, con los Smiths: “No es el amor lo que va a unir a la gente”, decía él. “Es la bomba”. Y Trump, mis amigos, es dinamita pura.