En las últimas semanas, se filtraron las revelaciones de un documentalista del espacio llamado Simon Holland. Sus afirmaciones, de ser ciertas, serían históricas: dijo que en breve –muy-, astrónomos harán el anuncio que, al final, hallaron vida extraterrestre.
Claro, ni diálogos con alienígenas, ni avistajes de naves nodrizas, ni lo que uno se imagina después de años y años de ver películas de extraterrestres. Sin embargo, dice Holland, el descubrimiento será lo suficientemente contundente para dar la vuelta al mundo y cambiar el paradigma de que somos una esfera de vida solitaria en la inmensidad del cosmos. No lo somos.
Ahora bien, uno se pregunta: ¿por qué se han tardado tanto los alienígenas en hacer contacto con nosotros? ¿No nos quieren? ¿No les gustamos? ¿Somos demasiado primitivos para ellos? ¿Se pensarán que, de desembarcar en la tierra, los llenaremos de virus, les mandaremos drones a que los fusilen? ¿Juzgarán que la humanidad puede ser, para ellos, un pésimo influencer cósmico?
No lo sabemos. Tal vez nunca lo sepamos. Pues, a juzgar por como viene la mano con el universo, los alienígenas han sido, hasta ahora, bastante discretos.
Tal vez, quién sabe, lo que necesita este planeta es un grupo de aliens que lo dirija. Tal vez, como creen algunos, esos alienígenas no sean otra cosa que humanos del futuro, lo cual volvería la historia aún más interesante.
Pero nadie arriesga ninguna hipótesis, por ahora. Y mientas tanto, esperan el día que se hará el gran anuncio gran de vida extraterrestre de posta: señales claras y evidentes de que hay una tecnología allá afuera, de ultra avanzada y que, desde hace largo tiempo, no tiene interés alguno en establecer contacto con este planeta perdido en la galaxia y peligrosamente lleno de humanos.