Tiene 65 años y parece más joven que mucha gente que conozco de 30. Tiene tanta fibra, tanta fuerza que, creo yo, nos molería a palos a mí –lo cual no es gran cosa- y a mitad de mis amigos. Aún vive y está aquí entre nosotros, y no hay necesidad de recrear con inteligencia artificial sus movimientos. Así que, días atrás Madonna, ella misma, puro músculo y encanto, aún vivita y coleando, se presentó ante 1.5 millones de personas para verla ao vivo en Copacabana. Fue con motivo del cierre de su gira mundial que no recuerdo ahora cómo se llama.
Madonna está pletórica de energía, siempre juvenil, siempre fresca, incansable aún, como dijimos, con 65 años a cuestas.
Cantó durante más de dos horas –y si la dejaban, hubiese cantado más-. Subió, bajó, saltó, meneó. De acá para allá. De allá para acá. Arriba abajo. Abajo arriba. Y así. Una hora, dos horas. Y a pesar de todo, su voz nunca sucumbió ni tembló ni mostró señal alguna de semejante esfuerzo que hubiese extenuado hasta Nadal –no Fidel el cantante, digo: Rafael el tenista-. No sabemos si son los efectos de la ozonoterapia, si es que se baña en agua helada, si tiene un personal trainer super capo, o si en el desayuno bebe sangre de niño. Lo que sí sabemos es que, sea lo que sea, le hace efecto. Le sienta bien. Madonna, Dios mediante, tiene Madonna para rato. Los fans, agradecidos.
Aunque, pensándolo bien, los tiempos han cambiado. Como decíamos, ya no hace falta tener al artista vivo con nosotros. Ahora existen shows que parecen reales con los artistas cantando frente a nuestras narices, cuando esos artistas están varios metros bajo tierra, y no podrían mover ni un dedo. Ya hay shows de Bee Gees virtuales. Y en breve de Aerosmith. Y seguramente de muchos más. Tal vez, incluso, gracias a la inteligencia artificial, en breve tengamos nuevo disco de Michael Jackson. Y Bob Marley. Lo veamos nuevamente cantar al gran Sinatra. Y, por supuesto, los Beatles, todos ellos, se volverán a reunir para grabar. El pasado volverá con nosotros. Los fans ya no lamentarán la partida de sus artistas favoritos, total, desde la fila 100 todos se ven igual.
Podemos vislumbrar ese futuro no tan lejano, donde habrá una oferta abrumadora de artistas virtuales que vuelven de la muerte para cantarnos sus grandes éxitos. Imagino, en un futuro así, digamos 20, 30 años más adelante, que Madonna seguirá viva, seguirá ella, seguirá siendo Madonna, pura fibra y polenta. Pero en lugar de 1.5 millones de personas en Copacabana esperándola a grito pelado, aguardarán a su avatar. Entusiastas y futuristas. Y la Madonna original mirará desde el sofá de su casa, su propio show, desempleada y triste, mientras su discográfica aguarda, expectante, su partida final para sacar nuevos discos compuestos por su réplica virtual y entonces sí haya Madonna for ever.