Qué ingrato es el periodismo. No tiene límites a lo que exige a sus celebridades. Les pide todo: belleza, talento, inteligencia, estado físico, renovación permanente. Los periodistas normalmente, son personas un poco dejadas, ojerosas, con tendencia al sobrepeso, protestones, resistentes al cambio. Son gente con todo tipo de fallas y desperfectos sin embargo, a la hora de criticar, son number one: allí están ellos para sacar el cuero donde haga falta. Para detectar la mancha en la blancura impoluta. Allá estará siempre un periodista para levantar un dedo al viento y aguarnos la fiesta.

Nunca está del todo bien. Nunca es suficiente. Siempre al periodista le queda un sabor a poco. Así de ingrato es. Así de ingratos somos.

La última muestra de ingratitud en sangre se produjo en la aparición pública, días atrás de esa leyenda viva del cine llamada Clint Eastwood. Resulta que Clint con 94 años, asistió a una presentación de una amiga de la vida Jane Goodall, amante del mundo simio. Y a la prensa que todo lo critica, y todo le parece poco, salió a definir la aparición de Clint como “desalineada”. ¿Desalineado? Estamos hablando de un hombre de 94 años que se mueve sin asistencia alguna, que en breve estrenará su película número vaya a saber cuánto, y que se mantiene tan o más activo que muchos de sus pares de 50 años. ¿Desalineado dicen? Vayan a freír churros.

Clint es un monumento. Es un himno viviente. Es una muestra de cómo dar talento hasta el último segundo de vida. Que a los 94 años siga asistiendo a presentaciones de amigos, que siga produciendo un cine a la altura de las grandes producciones, no es obra de un desalineado, es directamente un milagro de la creación.

Que a Clint se lo vea algo despeinado, o sin ropa de marca, en fin, que se lo vea como un anciano será por el simple hecho de que se acerca al siglo de vida. Así que, colegas, muchachos, aflojemos. Si todos nosotros llegamos a los 70 con la misma lucidez y actividad de Clint, deberíamos darnos por hechos. Manga de ingratos.