Según parece, a la luz de nuevos estudios científicos, no sólo debemos los seres humanos preocuparnos –y ocuparnos, claro está- de que el cambio climático no nos elimine de la faz de la tierra. Además, deberíamos prestar atención a otro detalle aún más sutil e impensado: probablemente el cambio climático enloquezca a millones de insectos en todo el planeta, volviendo esta bola giratoria inmensa en un zoológico que parece cada día más a un manicomio de especies.
Los datos indican que una vez que se altera la temperatura, y el hábitat, muchos insectos son capaces de volverse bastante chiflados. No es para menos, en un planeta donde la temperatura sube como barrilete, se suceden sequías y tormentas infinitas y cada dos por tres, se desatan eventos climáticos a escala James Cameron, es lógico que el bicherío se comporte de un modo irracional y ande picando y zumbando allí donde no hay que picar ni zumbar –son los códigos del bicherío-.
Hay insectos que, acalorados y sin poder encontrar a mano filtros solares decentes, migran hacia zonas más frescas cuya población de pronto, se ve azotada por invasiones de bichos que, primero, son novedosos y fotografiables, y luego se convierten en una pesadilla.
Lo que conjeturan los científicos es que, si una planta florece anticipadamente por la subida de temperatura, o un depredador o una presa deciden sacar visa residencial a otro país y tomarse el buque, eso obligaría a las especies que permanecen a, también ellas, acelerar un puñado de ajustes para no quedarse en pampa y la vía.
Se ha dado casos de insectos que, con su presa migrada a nuevos mundos, debieron encontrar nuevas fuentes de alimentación, y quizás hay algunas que cambien las alas por garras. O las garras por rifles de aire comprimido.
Lo que más alarma a los que saben –y a nosotros que no sabemos también debería alarmarnos- es que el cambio acelerado del clima tiene un ritmo tan vertiginoso que no hay adaptación que aguante. Con lo cual, como bien podrá suponer, esto pone a buena parte del bicherío en riesgo de extinción o de estrés postraumático de difícil recuperación.
Y es así cómo cada verano descubriremos con alarma creciente, que los spray para mosquitos ya no nos protegen, los espirales no espantan insecto alguno, y las trampas para cucarachas quedan vacías y estériles. Y todo esto, como ahora ya sabe, por un solo motivo: los bichos están todos del tomate. Y cada año que pase lo estarán aún más.