Si pensaba que una lluvia de asteroides nos barrería del planeta igual que a los dinosaurios, o desembarcaría una flotilla de alienígenas dispuestos a quitarnos del lugar, o lo que haría sucumbir la raza humana es un tsunami a escala planetaria, o una erupción volcánica sincronizada de todos los volcanes del planeta, al parecer hay otro ingrediente mucho más cotidiano que podría hundirnos cual barquito de papel: el plástico.
En sólo dos décadas hemos producido más plásticos que en todo un siglo. Es un mercado que genera billones de dólares y, por otro lado, deja en contrapartida hasta 150 millones de toneladas de basura plástica naufragando en los océanos. Y la cosa sigue y sigue, crece y crece. El 40% del empleo de plásticos va a parar a envases y sólo el 10% de todos los plásticos que consumimos se reciclan. Los plásticos tienen más de 13 mil productos químicos y muchos de ellos tóxicos para toda vida animal. Sin ir más lejos, sólo en el 2021 se vendieron productos plásticos por 369 millones de toneladas.
Ya existen islotes de plástico. Ecosistemas saturados y dañados. Playas inviables para la vida. Y todo lo que se le ocurra de funesto para la naturaleza. No hay paisaje fotografiable sin una tapita dando vueltas. No hemos dejado sólo huella en nuestro planeta, además a esa huella le hemos sumado nuestra basura que, por obra del destino, resiste imperecedera y eterna.
¿Quiénes producen plástico, se dirá? Los productores líderes son Estados Unidos, la Unión Europea, Corea del Sur y Arabia Saudita. Así que, como podrá imaginar, hay mucha gente interesada en que el plástico siga siendo parte de nuestras vidas.
El 80% de todo lo que descartamos de ese plástico va a parar a los ríos y los mares. Vivimos en una generación donde por cualquier antojo generamos un impacto que, tal vez, dure siglos y sólo por tomarnos una gaseosa. O comprar una muñeca de morondanga que dura unos meses.
Si no extinguimos hábitos que sabemos, son un lastre de un modo de vivir ya inviable, tal vez seamos nosotros los que debamos extinguirnos. Una raza humana gloriosa, que avanzó tanto en el progreso y el crecimiento, sepultada por no poder dejar de beber de pico una gaseosa.