Todo el mundo sabía quién era María Kodama, la guardiana y viuda del gran Borges. Pero a ciencia cierta, nadie sabía bien quién era. Y ahora que ha partido a los 86 años, menos aún lo sabrán.

Fue una de las custodias literarias más determinadas de las que se tenga memoria. Allí donde había un plagio, un mal uso de la figura de Borges, ahí estaba ella para poner las cosas en su lugar. No sólo defendió a Borges. También alentó a aquellos estudiosos que abordaron su obra para explorar las infinitas implicancias del genio detrás de “El aleph”. Abrió las puertas de su fundación y puso al servicio el material necesario para que Borges siga vivo a través del legado de las nuevas generaciones.

Hablaba poco y nada sobre su propia vida –excepto un libro de conversaciones con Mario Mactas, donde desandó su historia y publicó en diciembre último un ensayo a cuatro manos sobre Rosas-. Y cada dos por tres, narraba la maravilla inextinguible de la mente borgeana que aún con su cuerpo apagándose, seguía reluciente.

Una vez, en una feria del libro, le llevé un libro de Borges y me lo firmó, amorosa, con letra pequeña, casi japonesa –su papá era químico japonés-. 

En esa cruzada de guardiana, se peleó con mil y uno: desde Fanny, el ama de llaves de Borges, que incluso cuidó a su madre –iba a recibir parte de la herencia y luego fue relegada a un pago simbólico-, hasta enfrentarse a Bioy Casares, quien siempre afirmó que Borges nunca quiso morir en Ginebra. Y que todo fue idea de Kodama. 

Kodama estaba enfrentada no sólo con Bioy y Fanny. Tenía entre ceja y ceja al biógrafo y coleccionista Alejandro Vaccaro, quien se había hecho de manuscritos varios y documentos de Borges, que, según Kodama, habían sido arrebatados por la propia Fanny. Y cuando el presidente Alberto Fernández anunció la iniciativa de crear un museo para el escritor, Kodama denunció que no lo iba a permitir pues el material se había tomado sin autorización.

Ser guardián despierta enemistades, claro está. Y Kodama luchó más sin Borges que con él en vida. Hoy, fallecida a la misma edad que el escritor, esperemos, inicien él y ella más y mejores viajes juntos, al infinito y más allá. El genio y la guardiana, que lo quiso y defendió hasta el último suspiro, a capa y espada.