Si pensaba que sólo es la Argentina un país en grieta, eternamente polarizado, antagónico, contrastante, está equivocado. A juzgar por los resultados de las últimas elecciones en Brasil, donde Lula ganó por chaucha y palito, es de concluir que no se trata de un caso aislado: es contagioso. Y, cuando uno menos lo espera, descubre que el mundo entero es bipolar. Antagónico. Contrastante. Mitad del planeta piensa de un modo. Y la otra mitad –chaucha palito más, chaucha y palito menos- piensa exactamente al revés.

Una mitad no le da la razón a la otra en lo más mínimo y cree que, el mundo está como está, por culpa de ellos. Y el resto –es decir el otro 50%- opina justamente lo contrario. Y así va el mundo, bamboleante, hamacándose entre uno y otro polo, sin ánimos por ahora, de llegar a un equilibrio.

Una vez le preguntaron a un reconocido humorista si era partidario de mirar el vaso medio vacío o el vaso medio lleno. Y él dijo: “Yo juzgo que lo que pasa es que el vaso es demasiado pequeño”. Un genio. 

¿No será en todo caso que lo que está mal no es un 50% de la población, ni el otro 50% de la población terrestre que se pasa el podio de sus gobernadores con una oscilación velocísima, sino el problema es justamente que este planeta ya no nos soporta más y nos ha quedado demasiado pequeño? 

Tal vez no haya que cambiar de director técnico, tal vez lo que debamos hacer es cambiar de juego. Porque en un mundo donde no acaban de resolver las cosas ni un extremo ni el otro. Donde el asunto va de mal en peor, gobernando unos o gobernando otros, es señal de que no importa la camiseta que uno tenga puestas: el partido, la humanidad, lo viene perdiendo por goleada. 

¿Y cómo cambiar de juego entonces? ¿Cómo abandonar esta disparidad de locos, for ever bipolar? ¿Habrá que regresar a una época dorada donde todo este íntringulis, esta disyuntiva irreconciliable, ese jardín de senderos que se bifurcan, simplemente no existía? ¿Hubo, en todo caso, una época donde mitad de la humanidad no le echaba la culpa a la otra mitad de la humanidad? Probablemente eso haya sucedido hace mucho tiempo, cuando el hombre recién escribía sus primeras palabras en piedra y podía vivir armoniosamente sin echarse culpas, pues ahí tenía la causa de todos sus males, patente y atroz: los dinosaurios. Traigan un puñado de dinosaurios de nuevo aquí, paseándose por las grandes metrópolis y en un santiamén, la humanidad volverá a estar unida en pos de un objetivo en común: derribar al monstruo. Ya lo decía el cantante Morrissey: “Porque si no es el amor, entonces los que nos va a unir a todos es  la bomba”.