Entiendo las ganas de festejar tras una pila de meses encerrados, barbijo adentro. Es natural que uno se incline hasta bailar carnaval carioca incluso con Ricardo Montaner. Sin embargo, el entusiasmo parrandero hace que uno se vuelva susceptible a cualquier clase de toxina que anda dando vueltas por ahí.
Como habrá visto por el título, así es: me refiero al festejo de Halloween. Ya no basta con importar un Papa Noel invernal, y comer una cena navideña diseñada para un mes de frío polar en pleno verano, ahora importamos una fiesta que tiene tanto que ver con nosotros como celebrar el día nacional del iglú.
Respeto y entiendo que los niños quieran que les den golosinas, pero de ahí a convertir esto en una fiesta propia, hay un largo trecho.
La fiesta empezó tímidamente años atrás, de la mano de sucesos del cine como El extraño mundo de Jack, de Tim Burton, donde el rey de Halloween era copado, sensible y bien intencionado. Cada dos por tres los medios daban cuenta de un energúmeno que para fines de octubre se vestía de vampiro o diabilllo y salía a caminar por las calles, botella en mano. Nada que no pudiera solucionarse con un buen control de alcoholemia.
Sin embargo, la estupidez, como todo el mundo sabe, es más contagiosa que variante Delta. Y ahora uno tiene una estampida de gente ataviada cual salida del panteón de Chacarita, lista para convertir la noche en una eterna selfie fantasmal.
“No sabés, era cualquier cosa la fiesta”, dijo mi hija que pasó por la plaza principal de mi pueblo en pleno Halloween. “Había niñitos disfrazados pero también había un pony y una yama”. De no creer.
En el tutti frutti de una fiesta importada de la tradición celta, todo vale. Y uno se pregunta con tanto diablo suelto por ahí, el esfuerzo que tendrá el verdadero diablo para hacer que le crean que, él sí, es el auténtico. Y reclame el derecho a ser el alma de la fiesta en su boliche mágico, lleno de bolas espejadas, música disco, y efectos de humo, en una de las tantas salas de baile del infierno. Donde la entrada es gratis. La salida no.