Estamos cansados de otra campaña política. Es una fiaca. Ya sabemos de antemano cómo saldrán las cosas: no importa quién gane. Uno entrará al cuarto oscuro sintiéndose, en un lapso breve, poderoso, decisivo, democrático, y luego todo volverá a la normalidad: o sea, al desastre nuestro de cada día. Verá nombres en los papeles, algunos reconocerá y otros no. Esos nombres habrán luchado de a codazos por ganar ese lugar en el papel. Algunos habrán, además de dar codazos, irrumpido con algún que otro pisotón. No importa. Es lo de menos. Son las reglas del juego. Y de ese juego, señoras y señores, estamos podridos. No más papeleta. Nomás urnita de cartón. Say no more.

Queremos que venga un rey. Y que venga pronto. Ya está: que él elija quién legisla, quien gobierna los territorios. Es su responsabilidad. Que se haga cargo. Y, sobre todo, que asuma de por vida, él y todos sus descendientes. Nada de plancito por lo que dura un suspiro. 

Eso: que venga un rey, copado, poderoso, que meta alguito de miedo, pero sobre todo, que sea generoso, compasivo, que dé bien en las fotos para subir a las redes, y que tenga expresión de que, por más oscuro que sea el pozo, todo va a estar bien. Queremos un rey con una linda reina, bien plantada, ceñuda y preciosa. Buena madre y mejor aún profesional. Con hijos inocentes y copados no demasiado rubios. Queremos un rey que se tome el asunto con seriedad pero también con familiaridad. Que cante el himno con el corazón y levante la bandera y se le piante alguna lágrima. Que tenga posters de Maradona en el palacio. Y lea a Cortázar y a la PIzarnik.

Queremos un rey que venga de una familia honrada pero sufrida. Que sabe lo que es vivir la penuria. Y también cómo ser un líder, de verdad, íntegro.

Que venga un monarca y tome cartas en el asunto. Esto no sirve. No sirvió nunca. La bipolaridad del voto –una gestión éste, otra gestión el rival- es una locura. Un paso atrás. Un paso adelante. Un paso al costado. Otro paso al otro. Más que encadenamiento de planes de gobierno, parece coreo de reggaeton.

Queremos un rey y que venga pronto. Que recicle las urnas y las entregue a los cartoneros. Que despeje la clase política y meta allí a profesionales que odien la política. Pero que les guste trabajar. Que tenga su palacio en Espeleta, en el Camino Negro, en Fuerte Apache, como símbolo de que él está con el pueblo de posta. 

Sí, necesitamos un rey así. Alguien centrado, lúcido, canchero, y humano para poder echarle la culpa de todos nuestros males.