Era británico, se llamaba Robert Fisk murió este mes a los 74 años, y, excepto que seas un freakie de la crónica, tal vez lo pasaste por alto. De este lado del mundo, sus artículos eran menciones que pasaban sin pena ni gloria en la sección internacional de Página 12, el único periódico que los replicaba traducidos de su diario The Independent. Semana a semana, yo buscaba con lupa su firma porque sabía que, si era un texto de Fisk, era una obra maestra. 

Fisk fue el mejor cronista de guerra del último siglo. Y no peco de exagerado –si quiere saber más busque su documental del 2019: “This is not a movie”-. Lo cubrió todo y lo cubrió a su modo: es decir, contando lo que nadie tenía bolas para contar. Te hacía fácil lo difícil, algo que muchos analistas internacionales acostumbran olvidar. Podías entender conflictos ancestrales y complejos en un par de párrafos. Y seguir adelante con lo que había sucedido en la semana. Así era Fisk. No sólo estaba formado en libros, además, le ponía el pecho a las balas e iba a la zona de guerra. Entender, para él, era involucrarse. Si no, era hipocresía de escritorio. Trabajo de periodista de culo pesado. Y de esos, estamos llenos. 

Recuerdo –y recomiendo hoy en día a mis alumnos de periodismo- su crónica memorable del día que bajó al hoyo donde encontraron a Saddam Hussein. Es una pincelada fabulosa de lo que hace un narrador cuando está en el momento justo y en el lugar indicado.

Fisk, que entrevistó tres veces a Bin Laden, decía que había que estar siempre del lado de los débiles. Cubrió todas las guerras contemporáneas en Medio Oriente. Y cada línea era un jugarse el puesto: pues siempre decía lo que hallaba. Y no siempre lo que descubría iba en línea con su periódico. Pero así es el verdadero periodismo: ni a los lectores, ni al medio, ni a los ideales. El periodismo verdadero es fiel a los hechos. 

El tiempo lo pondrá aún más arriba del pedestal que Ryszard Kapucsinski, el cronista polaco que más se estudia en las universidades de periodismo y que, tras su muerte, se supo que muchas veces Ryszard no estuvo no donde decía haber estado. Fisk estuvo ahí. Estuvo siempre.