Es una tendencia alarmante. Crece, como toda tendencia, y a ritmo de pandemia aún más. Es la inclinación del ser humano por llevarse mejor con los amigos a distancia que los amigos cercanos. Es el boom irrefrenable de la acumulación de amigos en red, y la disminución preocupante de amigos, por así decirlo, de barrio. 

¿A qué se debe semejante inclinación despareja en la balanza de la vida? ¿Es mera intromisión del virus más anti social de la historia: el covid? ¿Es parte del gen soñador del hombre que disfruta más de lo lejano y padece más de lo próximo?

Nadie lo sabe. Nadie lo dice. Las estadísticas sólo se quedan en el dato número e ilustrativo de que, como mínimo, tenemos diez veces más amigos virtuales que reales. 

Tal vez todo este intríngulis misterioso se debe a una causa más obvia: la fiaca. Es decir, cosechar y conservar una amistad real existe mucho esfuerzo: horas de café poniendo la oreja al amigo, de acompañarlo en sus horas malas y de aguantarlo choborra en sus horas buenas. De comprenderlo más allá de que todo, de visitarlo para el cumpleaños, asistir obviamente a eventos en el día del amigo y mantenerse medianamente informado de la coyuntura familiar del amigo y actualizarla con su debida frecuencia –es de amigo posta, conocer la situación salud, amor y trabajo mínimamente hasta tíos y primos segundos-. Todo esto lleva un tiempo importante y si uno se pone a pensar, también consume crédito en el móvil, resta horas de Netflix y quita horas vitales  del día para el rascamiento de ombligo. Los amigos cercanos nos chupan la sangre. 

Es por eso que, el amigo virtual no requiere demasiado cuidado: bastará con –y esto no es obligatorio- hacerle llegar un mensaje breve de cumpleaños que la misma red avisará llegado el momento. No más de 5 minutos de atención al año y usted podrá gozar de los beneficios del amigo virtual. Esto es: ponerle pulgares arriba en sus post, por más idiotas que sean, otorgar corazones cuando usted sufre o está feliz. Y, en fin, darle la contención de todo amigo fiel, o sea: llevarle la razón por más que usted rumbee al abismo.

Por otra parte, dado que muchas veces el amigo virtual vive a grandes distancias, tampoco hay necesidad de que usted viaje a visitarlo. Incluso, tal vez nunca lo ha visto cara a cara. En consecuencia, tampoco es necesario preocuparse ni de la salud de sus padres, ni el trabajo de sus hermanos y su situación familiar. El amigo virtual es como los cactus: no hace falta que haga nada con él para su mantenimiento. El cactus siempre estará.

Y es así cómo llegamos al fin de este interrogante tan importantísimo para el hombre de hoy, en su camino por sociabilizar siempre y cuando eso le demande poco y nada. Y lo habilite para practicar su verdadero hobbie existencial: la soledad.