Crónicas + Desinformadas

En este mismo honorable espacio, ya hemos elogiado la apuesta de OA, la serie de Netflix que exploraba la vida más allá de la muerte. Y ahora, descubrimos, entusiastas, el hallazgo de “El descubrimiento”, un largometraje que transforma esa misma experiencia paranormal en un drama emotivo movilizador.

Se le puede escapar a alguien una palabrota. Un empujón. Alguien pudo tener un mal día y decir algo que, más tarde, pensado a conciencia, se arrepienta. Pero en tiempos de guerra tecnológica, con drones que disparan sobre objetivos milimétricos, con material bélico que detecta movimientos nocturnos, e imágenes satelitales capaces de mapear al detalle la posición del enemigo, en tiempos así, que existan matanzas de civiles resultados de operativos fallidos, es más que una tragedia: es un insulto. Esta gente nos toma el pelo.

Como todo musulmán indignado con los aprietes y los prejuicios a hermanos y hermanas de Estados Unidos, yo también escribí artículos en contra de Trump. Le daba allí con todo. Le explicaba, creía yo, qué era el islam y por qué, en sí mismo, no es una religión conflictiva. Sin embargo, ahora que lo pienso bien, se me escapaba allí un detalle clave, como a tantos opositores, burladores y manifestadores anti Trump. Y creo que es hora de anunciarlo al mundo. Porque es tiempo de pensar distinto. Es tiempo de reivindicar a Trump.

El deporte favorito de los argentinos es pedirle peras al olmo. A las modelos y vedettes, queremos que sean intelectuales y citen a Shakespeare. A los deportistas que sean filósofos y eruditos del lenguaje. A los políticos que sean santos. A los santos que tengan calle. A las putas que sean puras. Y a las puras que sean putas.

Podrás no encontrar gente suficiente para armar equipo al fulbito de los jueves. Podrás no reunir todos los me gusta a tu página de Face. Podrás no dar con la gente necesaria para armar un grupo de estudio o una agrupación política. Podrás en fin, tener problemas, no importa el rubro que sea, para dar con una buena cantidad de gente leal y determinada. Excepto, claro, que los convoques para una batucada.

Uno puede ser estafador. Ser explotador. Ser racista. Ser un cochino de persona. Puede consumir drogas, pornografía infantil. Pero en tanto y en cuanto diga que profesa cualquier fe, excepto la musulmana, podrá entrar sin problemas al sueño Norteamericano –quise escribrir suelo y me salió sueño, y es que muchos entran a EE.UU. como quien entra a un sueño -. La pregunta, en tiempos de Trump, sobre el credo que uno profesa, ha transformado a los aeropuertos del país en pabellones de la Alemania nazi: algunos, los más afortunados, forman filas e ingresan. Otros, son apartados y llevados a oficinas donde son interrogados, revisados y en muchos casos deportados. Todo por responder al: “¿Eres musulmán?”, de migraciones con un “Sí, lo soy”.

Cómo lo queremos a James Rhodes: ese sí que es un honesto brutal. Lo queremos porque hizo del piano una voz. Hizo de las torturas y abusos de su vida, una carta abierta contra los atropellos de este mundo. Lo queremos porque recuperó la vitalidad perdida en la música clásica, donde los intérpretes se han vuelto gente muy seria de traje y corbata, de la cual uno desconoce olímpicamente de sus vidas. Gente que parece que no le corre sangre por las venas. Una carrera competitiva para ver quién toca con mayor precisión piezas del año del jopo. Rhodes, nuestro querido Rhodes, voló con todo eso por los aires. Se volvió un músico vivo, vibrante, palpitante, un geniecillo joven que ahora se dedica a enseñar niños en el arte de la música. Que escribió sus memorias tortuosas como forma de quitarse demonios del cuerpo y fueron un suceso editorial.

Primero fue Patti Smith, en la Gala de entrega del Nobel de Literatura a Bob Dylan. Patti debía cantar una de sus canciones más emblemáticas pero también una de las más largas y más cargadas de Bob: “A hard rain is gonna fall”. Y bueno, en un momento Patti olvidó la letra, pidió tres veces disculpas –“lo siento, lo siento, lo siento”-, se llevó las manos a la cara y el mundo se le tiró encima. Que cómo va a olvidarse la letra en semejante gala importantísima. Que cómo no se preparó lo suficiente. Que cómo convocaron a alguien tan poco serio.

Vamos a poner punto final al debate por el topless tripartito en playa familiar de la costa atlántica. Creemos que es hora de que esta acalorada discusión llegue a su fin. Por ello, nos vemos en la necesidad de emplear este espacio tan prestigioso del sitio también sumamente prestigioso para decir unas palabras concluyentes al respecto y dar por zanjado tanto twiteo, mesa redonda, y análisis de dos bandos que lo único que han traído fue sumar metros a la grieta social, o, para ir entrando en tema, al tajo social.

Se supone que es la edad donde uno todo lo sabe y todo lo comprende. Pero, a juzgar por las declaraciones de artistas reconocidos y celebridades, parece que lo peor que puede pasarle a uno en esta vida es hacerse viejo. “No sirvo para viejo”, reconoció el Indio Solari en una entrevista reciente. “Decrepitud son esos 30 años que nos da la ciencia después de los 50”.