LOS PROBLEMAS DE TVR Y EL AVANCE DE ZAPPING
¿Y dónde está el fiscal?

ZappingTVRPor: Julián Gorodischer. Estuve viendo Zapping para entender por qué le gana a TVR. Con el tiempo –admito- fui perdiendo las ganas de grabar a la dupla de Wainraich y Schultz los sábados a la noche. Lo hacía anteriormente para tener un parámetro de lo que se habló en la semana, y fue más o menos hasta el boom de la canción de “los parecidos”. Lo tomaba como un necesario paso por los escandaletes para estar actualizado en cuestión de duelos, considerándolos como la unidad televisiva esencial (como demuestran las peleas de Bailando por un sueño pero también púgiles más cultos como Diego Gvirtz y Roberto Pettinato o productoras como PPT versus Cuatro Cabezas).

TVR lo entendió y lo llevó a la práctica con éxito, en compilaciones que tenían la capacidad de hacer convivir frivolidades del “certamen” de Tinelli con las de la política, en un diálogo entre riñas cuyo mayor aporte era convalidar por cantidad y frecuencia el cambalache que no está solamente en un estudio de TV sino en todos los estratos de la vida pública.

Zapping reacciona contra un rasgo fundamental de la propuesta “editorializante” de TVR: reformula la organización del tiempo; devuelve al gag y al furcio y al lapsus a un estadío pre TVR que podría decirse hijo directo de la propuesta original de los Portal en PNP: universaliza las gaffes desde los ’80 hasta la actualidad, incluso incluye en sus raccontos a varios muertos; habla menos de la actualidad que del lenguaje; lleva al espectador que lo elige (la mayoría en su horario) a una zona acrítica que convierte por contraste a los actuales compilados de la TV a cargo de Gastón Portal, en RSM, en pequeños manifiestos críticos sobre la bobería imperante.

Originalmente, TVR desconocía las jerarquías que otorga la fama. Su bloque más festejado era protagonizado por dos criaturas animadas –Tino y Gargamuza– con un tono similar al de los estadounidenses Beavis and Butthead. Sólo que en vez de apuntar a las estrellas de rock, se conformaban con figuras de segunda línea y conductores. Ese respeto cortés que tiñe las relaciones entre la farándula desaparecía. Abría paso a un contragolpe que no se preocupaba por consecuencias. Dentro del género de los resúmenes mediáticos (todos ellos enunciados por una sigla de consonantes, y mucho material de archivo que siempre privilegia las emisiones de cada canal) TVR eligió las zonas más ríspidas, agregando comentarios y sentando al personaje en el banquillo.  PNP sólo tenía para ofrecer un recorrido más emotivo con apenas valor de recopilación.

Quizá la batalla del rating que libra cotidianamente contra el ciclo más actuado y festivo del “pelado y Julieta” sea apenas una anécdota comparándolo con la claudicación ante sus propios postulados del inicio: la función crítica se resigna en el mismo momento en que TVR se convierte en el escenario de reiteradas peleas luego reseñadas en la gráfica y rescatadas por otros “resúmenes de medios”. Quizá una condición imprescindible, esencial, para calificar al género más nuevo (junto con el reality show) de la televisión sea que no debe ser éste escenario de aquello que se compila; ser menos un actor principal que un fiscal.

Sucesos recientes como la reacción airada de Tomás Abraham frente a la emisión de un informe sobre pedófilos y el pronunciamiento de Schultz y Wainraich sobre la pelea entre Gvirtz y Pettinato parecen aportar a cierto desplazamiento de TVR entre los ciclos estelares de la pantalla, su salida de la primera línea de generadores de comentario (a excepción de cuando el propio programa es “el tema”). El rating se da por aludido, en estos últimos meses, y desciende.  Mientras, Zapping –todo es cuestión de gustos- retoma los aspectos más conservadores del programa de archivo, aquellos que remiten a los inicios de Portal con una propuesta despolitizada, atemporal y autopromocional (en este caso sobre los contenidos de CQC, de la misma productora). Pero, como si intuyera cuáles son los “inevitables” del género joven, como si entendiera lo que se pide a un fiscal aún con menos trayectoria, elige disimular los trapitos propios y compilar la argentinidad fallida al estilo de la publicidad de Quilmes que incluye arbitrariamente carcajadas desde Tato hasta Casero. La brutada, el desliz, el error, parecen un irresistible carnet de identidad que justifica que el programa dé un paso al costado y entregue el protagónico.

Que la función crítica y mordaz sea anulada parece sólo un detalle si lo que está en juego es la continuidad de un fiscal. TVR lo resignó para enchastrarse en el barro de los programas juzgados. En la puja que mantienen los dos programas por quedarse con el público del sábado a la noche parece un indudable aporte a la buena suerte de su rival.

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