SOBRE LA SERIE IN TREATMENT
Un consultorio abierto (pero sin diván)

In Treatment24Por: Julián Gorodischer. La semana pasada se estrenó In treatment, y vale la pena prestarle un poco de atención a este retorno del tiempo real a la ficción, tan amado por los productores de Hollywood en la era posterior a 24, aunque en este caso sea la contracara de las hazañas de Jack Bauer: puro ritmo cansino de una sesión de análisis en la que no se llega a revelaciones ni catarsis. Tal vez la novedad no esté en el contenido de interpretaciones que, por momentos, llevan a añorar al doctor Segura (Jorge Marrale) del viejo Vulnerables de Polka: las puntuaciones del licenciado Paul (Gabriel Byrne, ex Los sospechosos de siempre) son un poco básicas, y no suelen (al menos en sus cinco capítulos iniciales) facilitar la cadena asociativa ni estimular sustituciones de significados, sino que más bien oscilan entre lo imperativo -cuando le dice a la paciente de los lunes que con el analista no se coge- y el consejo matrimonial – al recomendar a la pareja de los jueves sobre si seguir con un embarazo o no-.

La originalidad de In treatment es su estructura horizontal/ vertical que permite entusiasmarse con toda la historia (y ver las cinco sesiones semanales, con la enamorada del analista, el marine conflictuado por bombardear a unos chicos iraquíes, la lolita que sufre, la pareja en crisis y la instancia de "control" del propio analista con una colega recién retirada). Pero quien se declare seguidor de una sola sesión y decidiera fidelizarse a un solo día de la semana a las 21.15, por HBO, puede ver su serie recortada sin que su propia línea argumental se vea alterada por lo que le faltó. En un año en el que no faltan buenos estrenos de series (Damages, Dirt, Pushing Daisies), In treatment se destaca, entonces, por esta apuesta meramente formal (dividiendo su trama por cinco y dando autonomía a cada parte), pero también por su renuncia a agilizar las narraciones, su resistencia al flash back, su teatralidad exasperante. Todo eso es revolucionario en el panorama actual de la televisión paga. Los capítulos no iluminan el sentido de la vida o el pasado de los protagonistas sino que a veces se dejan languidecer en la trivialidad de los dichos de un paciente que se resiste a indagar un poco más en sí mismo. La medianía de las sesiones por momentos involucran un tedio moderado, que es hasta más coherente con el género del "tiempo real" que su fundadora, 24, y hasta parecería querer "entrarle" al espectador por pura familiaridad con el ámbito, por mera empatía con el estilo de enunciación de un paciente o de dos, como si la transgresión de su director y guionista, Rodrigo García (el hijo de Gabriel García Márquez), fuera quitarle a la ficción la vocación adrenalínica para recuperar un gesto facial, un instante de tensión en el silencio.         

En el espectro de ficciones "con pacientes clínicos" hay para todo gusto: desde las hazañas detectivescas de House al folletín cada vez más desligado de la importancia de los casos en que se ha convertido Grey's Anatomy. In treatment suma a los pacientes mentales, como un banquete para psicoanalistas criollos (un público cantado), que seguramente se interesarán por esta experiencia de consultorio televisado, amplio despliegue de la palabra hablada, en escenas que a veces no incluyen un mínimo desplazamiento, y que remiten a planos medios, o a primeros planos de la cavilación del licenciado y el consecuente silencio de un paciente. Habrá decepciones entre los ortodoxos cada vez que tomen contacto con el ingrediente que aporta la doctrina cognitivo-conductual -tan en boga en los Estados Unidos- y que le saca al analista su argot pero también tira sus intervenciones para el lado de la autosuperación personal. Aquí la existencia se acota a situaciones muy específicas (un embarazo, la participación en la invasión a Irak), se frecuenta el registro del manual de instrucciones de cómo vivir y, sobre todo, no hay un diván en varios metros a la redonda.  Pero el espectador menos exigente también tendrá motivos para celebrar la llegada de In treatment: no se incluyen moralejas ni recuperaciones edificantes a las que son tan propensos los divulgadores que nos tocan, empezando o terminando en el Historias de diván que encumbró al local Gabriel Rolón en los listados de best sellers.

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